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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 319 Capuchinos de esta provincia, por haber usurpado el Padre Rotella nuestro territorio de Cabruta, mandando como mandó Su Excelencia al escribano certificase, como certificó, de lo verídico de nuestra relación y de la legitimidad de nuestros instrumentos que se presentaron por parte de nuestras misiones, como constará del testimonio que acompaña a éste. 126.—Todo el fruto que se ha hecho en estos tiempos en las misiones en servicio de ambas majestades, ha costado a los religiosos misioneros imponderables trabajos, sudores, afanes, fatigas, contra- dicciones y sangre, que muchos han derramado; y los costos que para esto se han hecho, han sido excesivos, sin librar el rey nuestro señor para ello cosa alguna, ni tener rentas, ni fondos para estos gastos que se hacen y pondré después a la vista patentes. Pues, como consta de lo referido, raro ha sido el año en que no se haya entrado a la reduc- ción de los gentiles, y algunos años se han hecho dos y tres y hasta cuatro, en las que es necesario ocupar algunos religiosos. En estas expediciones se suelen gastar a lo menos dos meses, y algunos años tres y cuatro meses, en cuyo tiempo se padecen trabajos impondera- bles y superiores a toda fuerza humana; pues, fuera de los muchos malos ratos que ocasiona lo áspero y desapacible del clima, pues lle- gamos hasta cuatro grados de latitud en esta tórrida zona, son los caminos penosísimos, en los cuales se camina sin senda ni vereda, todo desierto e incluso lleno de tigres y otras fieras, por donde siempre se va con manifiesto riesgo de la vida. A que se añaden los ríos cau- dalosos, zanjones, caños y quebradas insondables que hay que pasar; ls dilatadas lagunas y pantanos que hay que atravesar a pie casi utlia, como nos ha acontecido muchas veces, con el agua a los pechos y a la cintura y al cuello en ocasiones. Siguiéndose después de esto montañas y breñas espesas y espinales tupidos, de donde salimos, así los misioneros como los soldados que nos acompañan, desnudos los unos, de sus pobres hábitos y los otros, de sus ropas, por quedar des- pedazadas, y muy de ordinario de nuestras propias carnes; juntándose a esto lo ardiente de los soles, que aflige mucho en este clima, las muchas plagas de garrapatas, variedad de especies de mosquitos y otras innumerables sabandijas e insectos que ni nos dejan dormir de noche ni descansar un rato de día, a lo que se agrega la mucha hambre y necesidad que de ordinario padecemos en estas expedicio- nes, y el temor y susto continuado de cuando somos asaltados y aco-

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