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276 PUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA lo primero, el que dichos indios en algunas de estas ocasiones que se les permite ir a cazar o pescar, como quiera que gastan en esto a veces quince días y más, cuando se están esperando de uno en otro día, ya están todos retirados cien leguas de poblados y vueltos a su paganis- mo. El segundo inconveniente es que, dándose a la cacería y pesca, nunca asisten en el pueblo, ni acuden a la doctrina, ni hacen sus casas, ni se instruyen en cultivar la tierra, a que tienen siempre grande ho- rror por no haberse criado en ello ni en trabajo alguno que les haga doblar el espinazo; por cuya razón, aunque no se huyeran, queda- rían siempre incultos y en la misma barbaridad que tenían en su gen- tilismo; por donde es preciso y necesario que el cuidado de su manu- tención en un todo, a lo menos el año y medio de recién llegados, penda del trabajo, solicitud y agencia del misionero. 13.—El único medio y arbitrio que se ha encontrado para man- tener estos indios recién convertidos y que no perezcan, vestirlos a lo menos lo que conduce a la decencia, curarlos en sus enfermedades y darle los instrumentos de hachas, machetes y otros hierros que con- ducen para cultivar la tierra, etc., pende de la buena armonía, cone- xión y dependencia que tienen entre sí todos los pueblos de indios de nuestras misiones; pues aquellos que se hallan ya poblados y arrai- gados de algunos años, contribuyen por vía de limosna, préstamo o compensación del bien que de los otros en su tiempo recibieron, con aquellos granos o frutos que su país produce para ayudar a la manu- tención de aquellos recién convertidos, que siempre es cosa muy corta de cada pueblo, como de diez o doce fanegas de maíz, por la razón dicha en los principios de la naturaleza de dichos indios, dados al poco trabajo, ociosidad y libertad y que apenas siembran para mante- nerse ellos. Lo que se evidencia con todos los pueblos de indios que hay poblados en esta provincia desde el principo de las conquistas, aun siendo de otra expedición que los nuestros, que apenas han pasa- do dos meses de la cosecha de sus frutos, cuando ya no tienen un gra- no de maíz que comer por haberlo consumido todo en sus bebidas, de lo que es testigo toda la provincia y sus respectivos curas y aun co- rregidores que contestarán esta verdad, en cuyo supuesto, para conse- guir nuestros misioneros algún maíz para los recién convertidos y para que no les falte a los mismos indios del pueblo, con ruegos, cari- cias y sobre todo pagándoles y grangeándoles la voluntad con dones, les hacen que hagan todos una siembra de comunidad, cuyos frutos se

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