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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 273 constante que para la manutención diaria y precisa de solos cien in- dios, entre varones y hembras con sus niños, se necesita cada día un toro o vaca y de dos fanegas de maíz, que todo importa doce pesos diarios; a que se agregan otros gastos precisos y el principal del ves- tuario, herramientas de hachas, tacises, calabozos, etc., para que vayan cortando maderas para fabricar sus casas o bujíos; y no librando el rey nuestro señor cosa alguna para este fin, se hace todo a expensas de la divina Providencia y a costa de la industria y agencia del misio- nero, ayudado para esto, en el modo posible, de los demás pueblos de misiones en la conformidad que diré después. Y siendo esta pensión de todos los años, pues todos, a excepción de muy pocos, se hacen jornadas a la reducción de los indios, como consta de los autos autén- ticos e informaciones que lo justifican y acompañan a ésta, con la jus- tificación de los indios gentiles y apóstatas que cada año se han sacado desnudos de los montes, se podrá inferir y sacar en limpio los costos, afanes y fatigas que lo sobredicho cuesta a los misioneros. 9.—Para prueba de esto y ejemplar, véanse los autos que están al folio 29, hechos por el gobernador de esta provincia, Don Marcos de Castro, el año de 1720, con ocasión de haber pedido este ministro que, para el servicio del rey nuestro señor y defensa de la costa del mar del puerto de La Guaira, se trajesen los primeros indios gentiles, que se sacasen de la primera jornada; y, habiendo hecho una en aquel año el Padre Fray Salvador de Cádiz, condujo ciento veinte a la ciu- dad de Caracas, entre párvulos y adultos; y, siendo esta ciudad la ca- beza de la provincia y adonde ocurren con abundancia todos los basti- mentos de ella, se hallaron muy embarazados el gobernador y el obis- pcpara mantener, siquiera por seis meses, a dichos indios que se en- tregaron desde luego al Ordinario, y se pusieron al cuidado de un clérigo, cura del pueblo de indios de Maiquetía, media legua del puer- to de La Guaira, en la misma costa del mar, agregándolos a los pocos indios ladinos que tenía dicho cura a su cargo en este pueblo. Y se le encomendó por dicho gobernador al Padre Fray Salvador, que, sa- liendo cada día por la ciudad, acompañado de dos señores capitulares y regidores, solicitase de los vecinos alguna limosna para mantener a dichos indios, que quedaron al cuidado de dicho cura, siquiera por seis meses; y habiendo practicado esta diligencia y juntado entre los vecinos más de mil quinientos pesos que se depositaron por el gober- nador en un vecino llamado Juan Crisóstomo de Saavedra, a los tres o

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