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220 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA de la más inmediata, para reconciliarse le cuesta mil clamores para que haya de ir el religioso más inmediato, y éste, sin faltar a la piedad, no puede las más veces ir, aunque le llamen, porque las urgen. cias precisas y obligación de su pueblo y enfermos con que se halla, no se lo permiten; con que vendrá este religioso en lo natural, si Dios no lo remedia, a morir en el mayor desconsuelo y sin sacramentos, después de treinta y tres años que ha estado trabajando en estas misiones en servicio de Dios, del rey y de la Religión. El R. P. Fray Francisco de Vegel que, aunque joven, se halla solo y con tres pueblos; está actualmente enfermo de una enfermedad tan penosa que le impide el celebrar y el administrar los sacramentos en dichos pueblos, como constará a V. R. de su misma carta que, para agravar mis desconsuelos, acabo de recibir. Hallándose dicho Padre distante de esta ciudad más de sesenta leguas y de cualquiera sacerdote más de veinte. El R. P. Fray Prudencio de Braga, teniendo ya cerca de setenta años, se halla también enfermo y con varios accidentes. El R. P. Fray Tomás de Ponz, que también es anciano, se halla con una quebradura tan horrible, que casi le impide la administración del pueblo que a su cargo tiene. Con que, en conclusión, sólo venimos a quedar hábiles para administrar doce pueblos de misiones cinco religiosos solamente, que son: el Padre Fray Miguel de Olivares, el Padre Fray Antonio de Oporto, el Padre Fray Vicente de Ubrique, el Padre Fray Martín de Corella y yo que me hallo ya muy quebrantado. De éstos se han de sacar todos los años religiosos para las jornadas y de éstos se han de sacar los que conviene para diligencias precisas de las misiones. Con que, hallándose éstas unas de otras en distancia considerable, vea V. R. qué expediente podrá dar el Prefecto sin operarios para que no se pierdan las misiones. V.R. mire por Dios y en caridad esta nece- sidad tan extrema en que nos hallamos y no permita se malogren y pierdan tantos trabajos, sudores y sangre que estas misiones y sus indios han costado a los religiosos. Ni que los que han trabajado tantos años en servicio de Dios, de su rey y de la Religión, se hayan de dejar morir en el mayor desamparo, destituidos de aquellas asistencias y medicinas que ejerce la caridad con el más desvalido e infeliz pobre. Y, lo que es más doloroso, que hayan de dejarse morir en tal constitu- ción, como la presente, como unos bárbaros, sin el consuelo espiritual

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