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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 163 192 Representación hecha al rey por el Prefecto P. Salvador de Cádiz, manifestándole haber sido destruidos los pueblos de aquella misión, Santo Tomás y El Salvador de Aracay o Iguana, por los misioneros de Píritu, y pide que éstos se mantengan dentro de los límites de su te- rritorio y que se dé satisfacción a los indios de los dos pueblos por los daños ocasionados.-Caracas, 11 octubre 1726.— Original (AGI, Santo Domingo, 809). Señor: Habiéndose erigido y fundado por estas misiones de Capuchinos de la provincia de Caracas dos nuevos pueblos de misión, uno en el sitio de Aracay o Iguana, jurisdicción de la ciudad de San Sebastián de los Reyes, con el título de Santo Tomás y con número de más de 300 indios gentiles de nación palenques, el que se pobló el año pasado de 1725, y de su población se dio cuenta a V.M. por el gobernador de esta provincia, y el otro en la boca del mismo río de Aracay, de la misma jurisdicción, con título de El Salvador y con dos capitanías de indios gentiles de nación caribes, el que se pobló a principios del mes de enero de este presente año de 1726. Y, estando dichos dos pueblos en los términos y jurisdicción de esta provincia de Caracas, sucedió el que los religiosos misioneros de la Regular Observancia de San Francisco, destinados para la doctrina y reducción de los indios que están en la jurisdicción de la ciudad de la Nueva Barcelona, de la provincia de Cumaná, levantaron gente de ar'as y, sin preceder aviso ni otra diligencia arreglada a derecho, se arrojaron intempestivamente sobre el pueblo de El Salvador que esta- ba recién fundado en la boca de Aracay con indios de naciones cari- bes, a los cuales se llevaron presos a los pueblos que dichos Religiosos Observantes tienen en la jurisdicción de la provincia de Cumaná, y los soldados que dichos religiosos llevaban en su compañía, destruye- ron, asolaron y saquearon el pueblo, haciendo en él muchas hostilida- des y robando no sólo los bienes que tenían aquellos miserables in- dios, cuanto las pobres alhajas que mi religioso tenía para gratificarlos y ganarles las voluntades, quitándole hasta una curiara o canoa que tenía, dejándoselo aislado y sin medios humanos para salir de allí, 1

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