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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 143 1 importarán las dichas herramientas precisas para cien indios más de seiscientos pesos, que, juntos con los trescientos del vestuario, son ya 900 pesos. Después se sigue el haber de mantener a estos indios de carne, maíz y dándoles cada día su ración hasta que ellos puedan ganarlo con su propia industria, la cual, como es tan corta y ellos tan inhábiles, nos dura siempre este cuidado. A éste se acrecienta el de la formación del pueblo, pues el religioso ha de asistir con ellos al trabajo y él les tiene de dar el modelo para hacer ,la iglesia y las casas en que tienen de vivir, pues para ninguna de estas cosas tienen habilidad. Síguese a esto el trabajo de haber, el misionero de ir con ellos al trabajo de cultivar la tierra, porque, si los deja solos, no hacen cosa alguna. Y, en fin, todo lo que conduce a la -vida política y aun natural, les tiene de enseñar el religioso, y éste tiene de ser el maes- tro para cuantas obras son precisas en un pueblo. Ha de ser el labra- dor que los ha de curar en sus enfermedades y el padre de familias que les ha de dar cuanto necesitan, pues no tienen otro recurso, y, finalmente, el párroco que con mucha paciencia los tiene de instruir en los misterios de la fe, enseñándoles la doctrina cristiana y expli- cándosela para que la entiendan. Todos estos trabajos tiene el religio- so que padecer muchos años en cada pueblo, porque, como son tan rústicos y tan inhábiles los indios de esta provincia, se pasa mucho tiempo primero que llega habilitarse en la vida política y sociable. Y, después de todos estos afanes y fatigas, llegan algunos españoles poco temerosos de Dios, y con molestias, agravios y malos tratamientos que hacen a los indios, y con persecuciones y calumnias que levantan a lo pobres misioneros, son causa de que se . pierda en un día lo que co tó tantos trabajos, sudores, fatigas y sangre a los operarios evangélicos. Para remedio de estos daños se necesitan especiales providencias y órdenes de Su Majestad, a fin de que los cabildos, justicias y regi- miento de las ciudades y villas de las provincias, no embaracen a los misioneros salir con gente de escolta en busca de los indios, antes sí les den a los religiosos el auxilio y ayuda necesaria; y que, después de fundados los pueblos de misiones, no se entrometan las justicias ordi- narias de dichas ciudades en el gobierno y disposición de las misiones, ni consientan sean molestados los indios en sus pueblos. Y para conti- nuar sin intermisión las entradas a la reducción de los gentiles y con- servación de los ya reducidos, se necesita mucho del breve envío de

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