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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 115 los autos que se han formado en esta ciudad de Caracas ante los al- caldes gobernadores de la provincia sobre haber el cabildo de la ciu- dad de Barquisimeto derribado y asolado un puebo de españoles, que de tiempo de más de veinte años estaba fundado con todos los requi- sitos del derecho, y por esta causa haber quedado dos pueblos que te- nemos de misión, sin abrigo y desamparados en dicho sitio del pue- blo derribado, con lo más que de dichos autos consta, sin haber basta- do e1 presentar a dicho cabildo, de parte de los vecinos, los instrumen- tos jurídicamente, por los cuales estaban poblados, y, de parte de las misiones, las cédulas de V.M. con petición jurídicamente, y, habién- donos atropellado todo derecho sin darnos testimonio de los instru- mentos que presentamos, como los pedimos, ni admitirnos la apela- ción que interpusimos, ni remitido los autos a los alcaldes gobernado- res, como se lo tenían mandado, que todo consta de dichos autos. Teniendo dicho cabildo las multas impuestas y el castigo con- digno de los alcaldes gobernadores de la provincia por tanto atentado, se levantaron los alcaldes de dicha ciudad de Barquisimeto el día cuatro de febrero de este año por alcaides gobernadores de su jurisdicción, siendo singulares y en toda la provincia. No quisiera, señor, referir el motivo de tanto atentado aunque me he hallado a todo presente, por- que sin rubor no se puede referir, pero, porque presumo que dicho cabildo no se ha de contener en lo obrado, sino que presumo que, para confundir el derecho de los vecinos y el nuestro, ha de pasar a infor- mar a V.M. bien siniestro de la verdad, me será preciso, de que pue- de estar cierto V.M., y no le refiero más de la verdad, y es como se sigue. &. Estando durmiendo en dicho pueblo derribado, que se llamaba el Cerrito de Cocorote, el alcalde ordinario, Don Simón de Barahona, le pusieron una carta sin firma, donde dormía, que contenía que en un sitio que se llama Guayurebo, dos leguas de dicho Cerrito, vivían al.. gunos amancebados, nombrándolos, y que una criatura que allí se cria- ba, se decía que era del regidor tal. Acabada de leer dicha carta, llegó el tal regidor y, visto lo que contenía, se irritó tanto, que presumiendo la habría echado algún vecino del Cerrito, luego al punto notó una carta en nombre del dicho alcalde ordinario para el dicho cabildo con- tra los vecinos todos del Cerrito, que es la que se puso por cabeza del auto de dicho cabildo por motivo del derribo de dicho pueblo y, aun- que antes de derribarlo, les constó que dicho alcalde ordinario se había

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