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112 PUENTCS PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA habiéndole reconvenido con las leyes de V. M. 67 y 72 del libro 19, título 14, de la recopilación de Indias, con otras razones y protestas que hice, hube de permitir, a instancias del dicho alcalde y por obviar mayores escándalos y atropellamientos, que el dicho religioso pasase por tres o cuatro días a la ciudad de Barquisimeto, previniéndole, bajo de las penas correspondientes, el que, pasado el dicho término, fuese a la misión que le tenía asignada hasta nueva orden, de lo que ha re- sultado que el referido religioso se ha mantenido y mantiene hasta hoy fuera de la obediencia, amparándole sin causa ni motivo los alcal- des y regidores de la ciudad de Barquisimeto, fomentando los dichos por este medio muchos pleitos y litigios contra las misiones e impo- niendo falsas calumnias a estos pobres religiosos que, a costa de impon- derables trabajos, sudores y fatigas, no han entendido ni entienden en otra cosa más que en el servicio de Dios, de V.M. y en la conversión y reducción de los gentiles, de que es testigo toda esta provincia. No siendo, señor, menos sensible para nosotros la que nos impo- nen en el adjunto auto, donde dice uno de los alcaldes de Barquisimeto queremos los misioneros entrometernos en la jurisdicción real, sagrado éste que han mirado siempre los religiosos misioneros con tanto res- peto y veneración que, por no incurrir en nota semejante, hemos tole- rado y sufrido lo que Dios, a quien pongo por testigo, sabe, abandonan- do muchas veces el derecho natural de la propia defensa por evitar li- tigios, callando, tolerando y disimulando, aun con bastante estímulo de nuestra conciencia, los agravios que hacen a los indios recién con- vertidos, que bien se dejan entender los muchos que sean, cuando los experimentamos los misioneros en nuestras propias personas. Y a todo esto callamos por evitar mayores inconvenientes, porque, hablando, señor, con la lisura que se requiere, tememos las dañadas intenciones y malas conciencias de tantos émulos, pues, conociendo por la expe- riencia el poco temor de Dios que les asiste, los juramentos falsos que hacen y la suma delicadeza que tienen para obscurecer la verdad y acreditar la mentira, tememos con fundamento el que, si sacamos la cara a alguna cosa que sea del servicio de V.M., de amparo de los indios o cumplimiento de nuestra obligación, levanten luego tales máquinas de quimeras eslabonando en ellas tal confusión de pleitos para con- fundir la justicia, que los religiosos que en nuestra España no fuimos criados en semejantes cosas, nos desconsolamos en tan sumo grado, que tenemos por menos inconveniente el levantar la mano de lo que

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