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106 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA tiempo de las conquistas, y se comprueba con lo que ha pocos años que sucedió junto al pueblo de indios Chivacoa, jurisdicción de la ciu- dad de Barquisimeto, en un sitio que se llama Quipa, donde el cura del Cerrito de Santa Rosa, de orden del obispo, cogió en actual idola- tría a muchos de dicho pueblo, y descubrieron tantos santuarios en que idolatraban otros pueblos, que fue menester que el señor obispo destinase dos curas que entendiesen en este negocio, y por esta causa los pueblos de indios nunca se aumentan sino se disminuyen, porque unos a otros se matan con piacherías, por cualquier enojo que tengan u otros motivos que toman. Los religiosos que en estas misiones han muerto a manos de los indios son: el Venerable Padre Fray Plácido de Belicena, el año de 1662; lo mataron en el río Pao en un sitio que se llama Paraima, el día segundo de la Pascua del Espíritu Santo; le metieron una estaca por el pescuezo y muchos flechazos que le dieron, y lo arrastraron has- ta el río y lo hizo Dios inmóvil y no lo pudieron echar y lo dejaron a la orilla y se huyó todo el pueblo, y los vaqueros de aquellos para- jes vieron muchas noches bajar luces del cielo al sitio donde lo dejaron. El Venebrable Padre Fray Salvador de Casabermeja, siendo actual Prefecto, habiéndosele huido el pueblo del río Pao, donde asistía el año de 1706, deseoso de la salvación de tanta alma como se había perdido, se embarcó, como referí en la relación que remití al R.P. Provincial Fray José de Valderas, de la provincia de Castilla, que reci- bió, con año y día de su martirio, y cómo se apareció después de muerto a los mismos indios que lo mataron, llamándolos, que creo que fue el año de 1708, a diez y ocho o diez y nueve de mayo. El Venerable Padre Fray Miguel de Madrid murió en el pueblo de Duaca, de un veneno que le dio una india, que habiéndola llevado a ahorcar por sus delitos en la ciudad de Barquisimeto y yéndola auxi- liando dicho Padre, le dio tanta lástima que pidió a los jueces que se la dieran, que haría lo posible por doctrinaria y enseñarle buenas cos- tumbres, y se la concedieron que la tuviese como esclava; y, después de algunos años que le sirvió de cocinera, le echó en la comida un pedazo de bejuco venenoso, y, habiendo comido el guisado, empezó a enfermar y, durando algún tiempo, murió, y los indios del pueblo, que lo querían mucho, sospechando que dicha india lo habría muerto, die- ron cuenta a la justicia de la ciudad y prendiéndola confesó luego como lo había muerto con dicho bejuco; y preguntándole si había por allí

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