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30 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA rez al frente, sostenidos por Ponte y a sus órdenes, encargados de la guarda de los indios.' Y aunque tanto los guamonteyes de Auro como los cherrechenes de Araure simulaban estar contentos, sin embargo, de carácter rebelde y levantisco, amantes de la libertad, dados a la comida y rehuyendo la sujeción, llevaban a mal tener que asistir a la iglesia a son de campana, hasta el punto de que se hacía preciso fue- sen los religiosos y soldados y hasta el mismo Ponte a buscarlos a sus casas, llegando los indios a pedir paga por la asistencia y retirándose con frecuencia a sus conucos y pesquerías sin volver en mucho tiempo.' Por eso mismo todos los indios, particularmente los guamonte- yes de Auro, no veían con buenos ojos a los enunciados vecinos o soldados que allí tenía destacados Ponte. Tramaron además huir de nuevo a los montes y llanos, y, como aquellos soldados se lo impe- dían, urdieron el modo de deshacerse de ellos. Persuadieron a los religiosos que tales vecinos "les hacían daño y embarazaban la misión" y que por lo tanto debían marchar de allí.' Cayó en la trampa uno de los misioneros recién venido de la misión de Cumaná, el P. Pedro de Berja, quien así se lo propuso a Ponte. Este dispuso que los soldados abandonasen el pueblo, como lo ejecutaron prontamente. Pero luego vino lo que se esperaba y preveía. Ausente ya los soldados que impedían las fugas de los indios o les hacían volver de nuevo a la población, éstos, sin miramiento algu- no a los muchos beneficios recibidos de Ponte, emprendieron la fuga 4. Que no se trataba sino de los soldados allí destacados, se deduce de las preguntas y declaraciones hechas por los mismos, una vez que los indios abandonaron los pueblos. 5. Preguntas formuladas al parecer por el capitán Tomás de Ponte y que debían ser hechas a vecinos de Barquisimeto, conocedores de lo sucedido, en que se dan por asentados aquellos hechos (Caracas, 5 mayo 1661) (Encomiendas, II, 374 s.). 6. Así consta por las declaraciones mencionadas. Uno de los soldados añade un pormenor que debieron tomarlo también como pretexto para su fuga, y fue que, estando una india enferma, acudieron a curarla los médicos de los indios o piaches, procurando hacerlo con instrumentos raros, másca- ras, etc. Percatado de ello el P. Antonio de Antequera, encargado de Auro, se dirigió a casa de la enferma, les quitó aquellos instrumentos y los quemó. Los indios protestaron y pidieron una vez más retiraran los veci- nos o soldados, alegando que sin ellos acudirían mejor a rezar, cosa que propusieron los religiosos a Ponte (Cfr. declaraciones de uno de los testi- gos, hechas en Barquisimeto, junio de 1661 (Encomiendas, II, 374 s.).

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