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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 29 Contestaron los indios que así como habían dado paz a Salas, se la daban a él, y, hallándose también presente el P. Rodrigo de Granada, le manifestaron estaban contentos con los Padres y dispuestos a re- ducirse, poblarse e instruirse en la ley evangélica para bautizarse, pero también que no les gustaba el sitio de Choro "porque se les huían los indios y todo se hacía pantanoso y anegadizo en invierno, y que había muchos mosquitos, pulgas y murciélagos que picaban las criaturas y se morían". A eso añadió por su cuenta el P. Rodrigo otro motivo muy importante que reconocieron los indios: "el mucho em- barazo para la predicación evangélica, pues no querían acudir a rezar a la iglesia, así los indios grandes como los pequeños, y que, si un día lo hacían cuarenta piezas (personas), en más de dos meses no acu- dían la mitad y tal vez ninguna, y que, haciendo diligencias para bus- carlos, se sabía se escondían en la montaña que estaba cerca y que las casas de los indios estarían distantes de la iglesia más de 500 pasos, y otros muchos inconvenientes". Añadió el P. Rodrigo, "que pareció entender la lengua de los dichos indios", que ya Salas había pensado en tal cambio. Ponte les propuso fuesen ellos los que escogiesen el sitio preferido y fue el de Auro, que distaba tres leguas de Araure y diez de Barquisimeto. Reconocido y después de comprobar el clima templado "muchas montañas y aguas abundantes de pescado, aves y animales", en presencia del P. Rodrigo, superior de la misión, y del P. Antonio de Antequera, encargado de los guamonteyes de Choro, les propuso sin más la mudanza pedida. Esta se inicio el 15 de enero de 1660 y se concluyó el 22. Al siguiente día se hizo recuento de los que en Auro se encontraban y su número era de 541. Ponte trazó luego el plan de aquella nueva población que llevaría el mismo título de San Antonio, señalando plaza, casas reales, celdas para los religiosos, calles y casas para los indios y hasta iglesia. A ella acudían ya en junio del mismo año dichos indios guamonteyes, a son de campana, a oír la predicación de los Padres "en el ínterin que se hace otra mayor". Todos aquellos pobladores de San Antonio de Auro vivían a cuenta de Ponte que mataba para ellos las reses necesarias del hato que tenía a legua y media de allí.' Esos mismos informes dan a conocer que en Auro había además ocho vecinos, que no eran ni más ni menos que soldados con un alfé- 3. Consta por las mismas declaraciones y confirman el Cabildo, Justicia y Regimiento de Barquisimeto, 7 febrero 1661 (Cfr. en A. PERERA, II, 175).
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