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510 FUENTES PARA LA HISTORIA COLONIAL DE VENEZUELA haberse apartado de la compñía con sólo dos indios y un español, con ánimo de hablarles y ver si con caricias los podía reducir, le cercaron y empezaron a flechar, y, si no le defiende uno de los indios que se puso delante, le mataran, habiendo herido dos de los que le acompaña- ban. Salieron a defenderle los españoles y se redujeron hasta ochenta almas y, entre ellas, dos fugitivos de las misiones y casados por la Igle- sia, uno de los cuales flechó al suplicante. Y, habiendo vuelto a las misiones después de dos meses y medio de viaje, catequizó a los dos indios más viejos y solicitó con el Padre Prefecto los enviase a sus tierras por ofrecer traerían sus paisanos y que les haríamos pueblo aparte, y se les entregarían los parientes que antes se habían sacado. Cargados de algunos donecillos, los despacha- ron, aunque contra el sentir de algunos misionarios por haberlos bur- lado hartas veces; fueron y congregaron hasta más de seiscientas almas y avisaron que venían: salió el suplicante seis leguas a recibirlos y halló que, como tan inconstantes, se habían ya vuelto cerca de la mitad. Llevólos por tierra hasta el río Tinaco con dos jornadas, ma- tándoles las reses que los devotos dueños de aquellos hatos daban de limosna por el camino. En el sitio en que habían de poblar del Tinaco había ya religio- sos y el Padre Prefecto recogido más de sesenta fanegas de maíz y treinta o cuarentas reses que dieron los vecinos de San Carlos y del ganado de las misiones para empezarlos a sustentar. Dispusieron sus rancherías hasta que fabricaron sus casas y se les hacía cuantos aga- sajos y caricias eran posibles; decían venían huidos de los caribes que habían muerto a sus parientes. Entre los indios que en esta ocasión salieron, fue un malévolo que antes había muerto al Padre Fray Plácido y levantado las poblaciones del Pao, y a este indio se le hicieron más agasajos, ofreciéndole el perdón en nombre de Su Majestad. Mas luego se reconoció su venida no había sido más que a buscar sus parientes y herramientas, y así lo decía; con que, apenas recogió lo que pudo y se fue con treinta o cuarenta familias, llevándose sesenta párvulos bautizados, y éstas son las familias que dice el ca- pitulante salieron a buscar de comer, lo cual fue siniestro, que ni les faltó ni se fueron por necesidad sino por su natural barbaridad, huyendo de su bien.

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