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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 475 risdicción de esta ciudad y que de ella pasase al sitio de Araguata, camino que va de esta ciudad a la ensenada de Higuerote, distancia de esta ciudad 16 leguas y otras tantas a dicha ensenada, para que recogiese y agregase unos pocos indios que, derramados por aquellas quebradas y montes, deseaban reducirse a la religión católica, de na- ción tomusas, a los cuales había antecedentemente predicádoles en aquellas partes Fray Francisco de Silva, de la Orden de Predicadores, de cuyo ejercicio se había desistido por ciertos motivos que dijo haber comunicado al obispo; y, deseando yo emplearme al único fin a que vine del servicio de Dios y de V . M., pasé al dicho sitio con el seguro de que en breve tendría el beneplático del Padre Perfecto de dichas misiones, como, con efecto, a los ocho días de estar en dicho sitio, me envió su patente, participándome el gusto que en ello recibía y que me acompañase un religioso lego, llamado Fray Gregorio; y, habiendo empezado a trabajar en esta santa obra, de 14 familias que derramadas en aquel sitio hallé, procuré el que se poblaran y se em- pezó a dar principio a la labor de la iglesia; y, de resulta de esto, Dios, con su altísima providencia, fue servido de inspirar a los que allí estaban para que atrajesen otros, como han venido, y al presente quedan pobladas 55 familias que hacen 180 almas por todas, habién- dose rematado la obra de la iglesia, sin haberse hecho costo ni gasto a V.M., pues, aunque a los principios me pareció imposible el pasar adelante sin que de las reales arcas de V.M. se diese providencia con alguna porción para herramientas y maíz para el sustento de dichos indios y ornamentos para la iglesia, que, habiéndoselo insinuado al gobernador, por no tocar en las reales cajas de V. M. ni que se le acrecentarse este nuevo gasto, de su bolsa nos dio las herramientas que por entonces necesitábamos, cabalgaduras, cera y algunos pesos en reales para la compra de clavazón para las puertas, alentando con su celo el que otros vecinos ayudasen con lo más que se necesitaba, no siendo el que menos nos socorrió el procurador Pedro Jaspe de Mon- tenegro; y, habiéndole insinuado segunda vez al gobernador, que pa- ra estrenar la iglesia faltaba un cuadro para que sirviese un taber- náculo, al instante mandó hacer un marco a una imagen de su de- voción que había traído en su compañía, cuya advocación es Nuestra Señora de la Iniesta, la cual se rematé con todos los primores de do- rado y estofado que pudiera servir en cualquier iglesia catedral; y,

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