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XXVIII INTRODUCCION teniendo en cuenta la inestabilidad e inconstancia de los naturales, procuraron los religiosos fundar villas de españoles contiguas a las poblaciones misionales, como fueron, por ejemplo, San Carlos de Austria, Pilar de Araure, Calabozo, etc. Los vecinos de estas villas, en compensación de los privilegios de que gobazan y beneficios que tenían, venían obligados a acompañar a los misioneros en las entradas y, cuando los indios hacían fuga a los montes, también debían ir a buscarlos, intervenir en sus reyertas para apaciguarlos y prestar otros servicios que los religiosos les pidiesen. Para mejor lograr esos fines, consiguieron del rey poder nombrar en cada villa un teniente justicia mayor que, presen- tado al gobernador por el Prefecto, le daba aquél autoridad para ejercer el cargo. Los misioneros defendieron hasta última hora tal privilegio en contra de los atropellos de los gobernadores. Los Capuchinos de los Llanos se atuvieron en la organización de los pueblos a lo prescrito, tanto por lo que se refiere a la parte ma- terial: disposición de calles, plaza, iglesia, etc., como en la enseñanza del catecismo y doctrina cristiana. Establecidos los indios en los pueblos nuevos o ya fundados, la primera labor del misionero era proporcionar- les alimentos, vestidos y herramientas de trabajos o también de utili- dad, como machetes, cuchillos, etc. Seguidamente se organizaba su cate- quización para lo cual reunía en la iglesia una vez al día a las personas mayores y dos veces a los niños, a fin de enseñarles en su propia lengua o por medio de intérpretes o incluso en castellano, si lo entendían, los rezos, el credo, los mandamientos, modo de recibir los sacramentos, etc. El obispo Martí hace constar en su "Libro personal" lo que obser- vó en este particular al hacer la visita a los pueblos misionales de los Llanos y elogia sobremanera la conducta, constancia y orden llevado en todo ello por los respectivos misioneros. Ni se contentaban con eso y con atenderlos espiritualmente; su compromiso se extendió a proporcionarles medios de subsistencia, enseñándoles a ganar con su trabajo lo necesario para la vida, al igual que el vestido para ellos y su familia. Así, después de darles gratuita- mente las herramientas y aperos necesarios, iban con ellos al conuco y prácticamente, yendo el misionero delante, les indicaba cómo se efec- tuaban las siembras y plantaciones y se cultivaba la tierra para recoger los frutos necesarios o más en uso para su alimentación, como maíz, yuca, plátanos, etc. Además, conscientes de que los indios debían instruirse en otras labores o trabajos necesarios, por ejemplo, para la construcción de las casas u otros menesteres, llevaron a los pueblos
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