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XVI INTR0DUCCION intérpretes sobre todo para la explicación de la doctrina cristiana, cuya fidelidad en traducir y dar a conocer a los demás lo que el misionero expresaba, dejó mucho que desear en más de una ocasión.9 Sería prolijo describir ahora las cualidades físicas y morales de estos indios, al igual que sus costumbres e ideas religiosas. Puede afir- marse que, en general, coinciden con las ya conocidas y que son comunes a los restantes de Venezuela. Predominaba entre ellos, como vicio sobresaliente, la borrachera con todas sus consecuencias; también existía y era bastante común la poligamia y hasta el incesto. De carác- ter indolente y de vida errante, sus medios de subsistencia eran prin- cipalmente la caza y la pesca y, cuando ambas faltaban, se alimenta- ban de raíces y frutas silvestres. Esa indolencia nativa les hacía repug- nar cuanto suponía esfuerzo y mucho más el trabajo, aunque fuese para cultivar la tierra en propio beneficio; asimismo llevaban a mal el tener que vivir fijamente en un paraje determinado y cuanto coarta- se su libertad de ir de un sitio a otro, andar por los montes y ríos y sin residencia fija. Eso explica, como se verá más tarde, las conti- nuas fugas de las poblaciones ya establecidas. Finalmente, se distin- guieron todos ellos por los mutuos odios en que siempre vivieron y que se iban trasmitiendo de generación en generación entre las distintas parcialidades, y por tal razón fueron sumamente vengativos. Hemos hecho notar su carácter eminentemente migratorio. A ello les obligaban las circunstancias y modo de vivir. Pasaban la mayor parte del año en las riberas de los ríos Orinoco, Meta, Apure, Portu- guesa, Guanare, Boconó, Guárico, etc., valiéndose de la abundante pesca que en ellos había como medio principal de subsistencia. Pero cuando esos ríos, debido a las persistentes lluvias, se desbordaban e inundaban los campos, les era forzoso buscar refugio en los montes o, como sucedía muchas veces, hacer su pobre habitación en las reco- pas de los árboles. Por esa misma razón tampoco los misioneros podían realizar, en ese tiempo de lluvias que constituía el invierno y que se prolongaba de abril a noviembre, ni entradas por los ríos en que la navegación se hacía imposible, ni tampoco reducciones de indios. No queremos bajar a otros pormenores fuera de los indicados. En los abundantes documentos, cartas y relaciones de los misioneros 9. Noticia, n. 7. Eso mismo confirma J. Vicente Bolívar en el informe citado, diciendo que "todos hablan diferentes lenguas y no se entienden unos a otros".

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