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MISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS 109 los gravísimos inconvenientes que resultaban y se seguían de que los indios que se sacaban en las jornadas y expediciones, se repartiesen entre los vecinos y soldados que voluntariamente acompañaban a los religiosos a estas reducciones, pues como se separaban unos de otros y se dividían las parentelas, se huían unos, desesperaban otros y otros se morían, con muchos mayores inconvenientes que se seguían y omi to, determinaron en junta capitular que las referidas entradas a la reducción de los indios y sus considerables costos, cargase sola- mente sobre los religiosos y misiones, destacando de cada pueblo aque- llos indios más fieles y leales y reclutando los españoles de las ciudades o villas inmediatas, que voluntariamente quisiesen acompañar y es- coltar al misionero que salía a la reducción de los indios, cediendo el derecho de llevar alguno de los que se cogiesen, y, cuando faltasen soldados para estas expediciones, se solicitasen pagados, dándoles el estipendio de las limosnas que para este efecto se juntasen, y que de ellas mismas saliesen los costos que se habían de hacer, que son muchos, para los víveres, municiones, pertrechos, etc., y que los indios que se sacasen, se colocasen en los pueblos de sus respectivas naciones o se fundasen otros de nuevo, según las circunstancias que por entonces concurriesen, y que para la manutenci6n, vestuario y herramientas de que se habían de surtir estos recién convertidos, ayudasen los pueblos de todas las misiones, en ínterin y entretanto que ellos pudiesen mantenerse con su propia industria, como se ha practicado hasta hoy (1745)".26 La exigua cooperación de los españoles en esos años, sin cuyo auxilio resultaban casi imposibles las reducciones y tener luego suje- tos a los indios, los pocos recursos de que disponía la misión, las guerras civiles entre los propios nativos e incluso el trato de éstos con los holandeses, fueron causa de que las entradas no fuesen tan frecuentes y de que los reducidos no subsistiesen en las poblaciones." A pesar de eso los misioneros no se amedrentaron ni por los cos- tos de las jornadas ni por los trabajos sin cuento que consigo llevaban. Para organizarlas era preciso pedir permiso al gobernador, quien se- 26. Noticia, n. 46. 27. Así lo exponía al rey el Prefecto P. Salvador de Casabermeja en carta del 8 de mayo de 1707, por lo que el rey dirigió al gobernador una cédula, 1? agosto 1709, ordenándole ayudase a la misión cuanto le fuese posible AGI, Santo Domingo, 879, Registro de cédulas, G-33, f. 381).
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