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IvIISION DE LOS CAPUCHINOS EN LOS LLANOS DE CARACAS - -- 83 zuela el servicio personal de los indios.' En las siguientes, fechadas el 5 de diciembre, se disponía: Que se pusiesen en los pueblos de indios cajas de comunidad, en las que debían ingresar todos los productos de los trabajos de los mismos, y de allí proveerse tanto los religiosos como los naturales; que se dejasen bajo el régimen y órdenes del obispo las poblaciones misionales cuyos habitantes estuviesen debidamente ins- truidos y preparados; que el Prefecto no ejerciese en modo alguno jurisdicción civil, conteniéndose dentro de los límites de la eclesiástica; que se entregasen a sus padres los hijos que habían estado en rehenes por la fuga de aquellos; que los misioneros enseñasen la lengua caste- llana a los naturales y que asimismo se estableciesen escuelas y se pusiesen maestros que la enseñasen igualmente." Conscientes los misioneros del tremendo daño, o, por mejor decir, de la total ruina que iba a sobrevenir a la misión de los Llanos, pusieron en juego todos sus esfuerzos para conseguir: primero, que tales medidas no se llevasen a efecto, y luego, que fuesen derogadas las propias cédulas. Al recibirlas el obispo de Caracas escribió al P. Prefecto Pedro de Berja para preguntarle lo que pensaba hacer, citándole al propio tiempo a una junta; a ella no pudo asistir por ser anciano y estar dis- tante, pero en cambio envió a los PP. Ildefonso de Zaragoza y Pablo de Orihuela. Estos, al percatarse de que se trataba de poner en ejecu- ción las citadas cédulas, pidieron se suspendiese la junta, a fin de presentar en debida forma un extenso informe sobre el estado de la misión, como así lo efectuaron. No contentos con eso, hicieron por separado otros dos informes a base de preguntas a diversos testigos, aduciendo luego esos autos hechos unos en San Carlos de Austria y otros en Caracas. Luego en las varias juntas habidas con el obispo y gobernador en el mes de septiembre de ese mismo año 1690, fueron los dos religiosos probando cómo no tenía fundamento alguno el contenido de las diversas cédulas, negando rotundamente poseer ha- ciendas propias ni tampoco hatos, probando en cambio que las labran- zas que se hacían, lo eran en beneficio de los indios a fin de darles de comer y vestirlos, y que en el hato de San Carlos sólo se tenían juntos los novillos y vacas que se iban matando diariamente para ali- mento de los religiosos y naturales, repartiendo carne a todos los 9. AGI, Indiferente general, 2876, Registro de cédulas, FF-9, 149-150. 10. Ibid., ff. 170-177.
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