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60 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA dad, llamo al depositario de su conciencia, su fé se reanima, su piedad toma su fuerza. VOS oísteis, Señor, los gemidos de su corazón. Vos vísteis su confianza en vuestra misericordia. Lavado con las aguas de la penitencia, regado con la sangre de Jesucristo, el os presentó una alma llena de sentimientos religiosos. Tamen non negavit, sed eredidit. Vos lo habéis prometido. El no os negó, el os confesó delante de los hombres; vos no lo negaréis, vos lo confesaréis delante de vuestro Padre celestial. Mas, jay1 La esperanza huye delante del Libertador. ella no volverá.... solo, aislado, él bebe antes de tiempo el cáliz de la hora fatal. Sin morir, cesa de existir. Las olas amargas de la aflic- ción inundan su corazón. Abatido, consumido, destruido por el tra- bajo, por ci dolor, por. . . en fin él sucumbe. . . él muere. Y si no hu- biese muerto católico, ¡ah, señores! ¿qué sería de él? ¿en dónde esta- ría? ¿De que le serviría lo que ha sido? ¡Ah! La voz elocuente que sale de este túmulo nos lo dice. Esta pompa fúnebre es un apóstol enér- gico que nos instruye, que nos advierte que nada dura sino la eterni- dad. Este hombre que ha hecho un papel tan brillante en la escena del mundo, que ocupará un lugar muy distinguido en los fastos de la historia, no ha subido al colmo de la opulencia, sino para dejarla. ¡Ah, Bolívar! La débil luz de estas piras fúnebres es la única claridad que te alumbra, pero tú no la ves. Estos velos lúgubres son la única decoración que te anuncia, pero tú no la percibes. Los discursos, los aplausos que hoy se pronuncian en tu alabanza son la única re- percusión del sonido que has hecho en el mundo, pero tú no los oyes. L fría losa que te cubrirá, es el único resto de tu opulencia, el único asilo que te presta la tierra, el único momento (le tus títulos y digni- dades. Sólo te queda la célebre fama de tu sabiduría: el mérito de tus virtudes. Esta es tu gloria. Por esto serás siempre el padre y el modelo de todos los venezolanos. Ecce Simon fratei' vesler, scio quod vir consilii est: ipsnni audite semper, el ipse cnt vobis patei'. REQUJESCAT IN PACE". I: 4. El P. Jacinto de Peñacerrada, compañero del P. Ta- rragona, era también célebre orador y poeta y acompañé e] año 1843 al Ilmo. Sr. Arzobispo de Caracas, Dr. Ignacio Fer- nández Peña, en la Santa Visita Pastoral por los valles de Aragua. Llegaron a la recién fundada Colonia Tovar, y en la mesa el Coronel Codazzi brindó por Su Sría. Ilma. y por Don Martín Tovar. En honor de este patricio, cuya efigie ador- naba el comedor, uno de los concurrentes, el Dr. Medina, im- provisó el siguiente cuarteto: (1). (1) P. Carrocera, "La Orden Franciscana en Venezuela", obra cit., cap. XVIII, pág. 228.
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