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MISION DEL CARONI.—CAPITULO III 59 rama no vive sino mientras está unida con el tronco: que los argu- mentos son el entrenamiento del filósofo, mas la obediencia es el ca- rácter del cristiano. ¡Hermoso espectáculo! Homenaje a la iglesia de Colombia cuando teniendo en la mesa a cuatro Ilustrísimos Obispos de la República, les manifestó sus sentimientos religiosos de esta mane- ra: La causa más grande nos reune en este día, el bien de la iglesia u el bien de Colombia. Una cadena más sólida y más brillante que los astros del firmamento nos liga nuevamente con la iglesia de Roma que es la fuente del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido Siem- pre nuestros Padres; pero la guerra nos había dejado huérfanos como el cordero que bala en vano por la madre que ha perdido. La madre tierna lo ha buscado y lo ha vuelto al redil; ella nos ha dado pastores dignos de la iglesia y de la República. Estos ilustres príncipes y pa- dres de la grey de Colombia son nuestros vínculos sagrados con el ciclo y con la tierra. Serán ellos nuestros maestros y los modelos de la religión y de las virtudes. La unión del incensario con la espada de la ley, es la verdadera arca de la alianza (1). En efecto, Sres, él sir- vió a la religión y a la patria. Ciudadano y católico, cumplió toda la extensión de sus obligaciones, sin sacrificar un deber a otro deber, sin que una virtud fuese obstáculo a otra. Jamás los negocios impor- tantes, las circunstancias delicadas, los acontencimientos imprevistos interrumpieron su religiosa costumbre de ir a visitar la iglesia, la pri- mera diligencia en cualquier parte que llegaba, para ofrecer al Señor el tributo de alabanza y de gratitud. El lugar que ocupaba como ca- bezo de la República, ni le borraba de la memoria el lugar que ocupaba como cristiano: el cuidado de la felicidad pública no le impedía el cum- plir con los deberes de católico. ¡Ejemplo raro digno de imitarse! El tiempo no me permite seguir las huellas de sus pasos. Vosotros lo veríais allí, Libertador laborioso, Legislador inteligente, preveer y pe- netrar los proyectos disimulados, los rodeos capciosos, empeños en- gañosos, prevenciones insidiosas de la política; aquí católico teme- oso entrar en lo más íntimo de su conciencia, atender sus movimien- tos, profundizar sus sentimientos, juzgarse, acusarse, purificarse en el tribunal de la penitencia. Allí con los ministros de las potencias ex- tranjeras descubrir la sagacidad del espíritu, responder a las cuestio- nes más intrincadas, y luego al santuario a sostener la majestad de la religión con útiles ejemplos. Allí veríais en la sociedad doméstica agradar, arrebatar, encantar por las gracias de su conversación, aquí retirado del tumulto, aplicado a alimentar su piedad con alguna lec- tura religiosa para prepararse a recibir la muerte de los justos. ¿Muer- te de los justos? ¡Ah! ¡cuántas gracias se incluyen en esta gracia! Todo nos persuade, oh Dios mío, que vos habéis concedido esta gracia a Bolívar. Si: advertido el Libertador del peligro que amenaza su enferme- (1) Vida pública de ¡olívar, tom. 12. pág. 216.
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