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58 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA bici-osos. De aquí nacía aquella paz suave, aquella suavidad tranqui- la, aquella tranquilidad en toda suerte de negocios, cuya impresión risueña y majestuosa, amable e imponente se manifestaba al exterior. En cualquier instante que se encontraba Bolívar, si no se buscaba más que el ciudadano, que el compañero, que el amigo, luego desaparecía el carácter de noble, de general, de jefe supremo. Su virtud supo reu- nir los dos extremos de fuerza y cíe dulzura propias de un superior. Con su firmeza Supo mantener el orden en sus vastas empresas, cal- mar la efervescencia de los ánimos en medio de los disturbios, y re- primir la licencia indiscreta de los alborotos. Su dulzura no le quitó ni la vivacidad para formar los proyectos, ni el fuego necesario para sostenerlos, ni la constancia para superar los obstáculos, ni la autoridad para hacerse temer y respetar. Equilibradas sus acciones con el vino de la firmeza, y con el óleo de la dulzura, se seguía la igualdad de su genio, perfecto, constante, inalterable. ¿No es verdad, Señores, que Bolívar no os causaba mo- lestia ni en sus penas, ni en sus alegrías, ni en sus glorias ni en sus tribulaciones? Siempre hablaba con la misma paciencia, siempre res- pondía con la misma afabilidad, siempre decidía con la misma tran- quilidad (1). Sabio, filósofo, cristiano en la paz de su interior, supo tener imperio sobre su temperamento en medio del tumulto y agitación U de sus ocupaciones. Esto es poco todavía. Bolívar se manifestó libre de todo interés y de toda codicia. Nuevo Samuel, distribuidor de los empleos (2), dió sin recibir, dispuso sin retener; las riquezas del Estado pasaron entre sus manos sin detenerse; se despojé de sus pro- pias riquezas, renunció a todo lo que le pertenecía para el bien de su patria. Fácil a enternecerse sobre la suerte de los infelices, su cora- zón se abrió al dolor, y su mano estuvo pronta para levantar al caído. Bolívar no recibió sino para dar: lo más insignificante para subsistir satisfizo a sus deseos: la opulencia más inmensa no satisfizo a su cari- dad. Siempre demasiado para si, nunca bastante para los otros. Aquí tenéis el desinterés de Bolívar. Observadlo bien, avaros de nuestro siglo. Pero siganios sus pasos. Bolívar nos manifestó con ejemplos de docilidad la pureza y la integridad de su fé. Con toda la fuerza de la expresión nos pintó en sus escritos sumisión perfecta a las decisio- nes de la iglesia: su reconocimiento vivo y tierno (le la gracia que el cielo le hizo de preservarlo desde sus tiernos años de toda novedad en materia de religión. En varias partes de sus escritos nos declara que reconoce la iglesia de Jesucristo fundada sobre S. Pedro: que las doc- trinas de su separación son doctrinas de error y,de mentira: que la (1) Vir amabilis ad societatem. Prov. 18. Responsio mollis.... Lingua placabilis... dulcis eloquio. Prov. cap. 15. (2) Et dixerunt, neque oppressisti, neque tulisti de manu alicu- jus quidpiam. 1. Eeg. cap. 12.
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