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MISION DEL CARONI,—CAPITULO III 55 Portado. Caracas lo recibe, Caracas lo saluda por primera vez con el renombre y justo título de Libertador: con más gloria, con más ho- nor que el Senado Romano dió el título de Espada de los Romanos al valeroso Marcelo, vencedor de Anibal (1). Con más gloria, con más honor que sus soldados aclamaron a Pirro con el nombre de Aguila vencedora (2). Con más gloria, con inés honor que el Senado de Roma honró a Quinto Cincinato con la corona osidional (3). Cara- cas se arroja entre sus brazos con una confianza ilimitada y desde en- tonces lo inviste con las facultades dictatoriales. Ya lo tenemos cons- tituido por cabeza de las Repúblicas; miradlo bien, Sres., y veréis que si está puesto sobre el candelero, es para comunicar con más vi- vacidad los rayos (le su saber. Ahora, pues, lo veréis manejar con destreza toda suerte de negocios. Una profundidad de ingenio subli- me, una imaginación viva y ardiente aunque flexible y suave lo hace ser ansioso, anheloso en los grandes proyectos sin despreciar la más mínima medida ni precaución. En el mismo instante que se ocupa (le un negocio en una batalla que debe tal vez decidir su suerte, lo veréis atento sin distraerse en arreglar un batallón. Nada hay tan grande que deslumbre sus ojos, nada hay tan pequeño que se escape a su vista. Los partidos opuestos se descubren 'a sus ojos sin temer las imprudencias de la indiscreción, ni las perfidias del interés; sabe grangearse las voluntades y consigue todos los sufragios. Siinon vii' consilti. Este hombre cuya imaginación viva, fecunda, elevada, pro- (luce Sifl pena aquellos períodos sublimes, aquellas reflexiones finas, sueltas, desembarazadas, aquellos rasgos de elocuencia, y un no sé qué de grande, (le sorprendente, de penetrante, que admira, que ena- mora, que arrebata, que transporta, que encanta. Las gracias de su es- tilo, gracias cándidas, sencillas, ingenuas, gracias nobles y elevadas tienen todo del arte sin esfuerzos, sin trabajos. . . . Habla tú, ¡oh, Ca- racas! Habla tú, Angostura; habla tú, ¡oh, Colombia todal... Cuantas veces lo vísteis sin estudio, sin preparación dictar las cartas de oficio s más importantes con tanta abundancia, con tanta exactitud de expresión, con un tejido tan bien ordenado de hechos y de racioci- nios que parecía estar leyendo con atenta reflexión. En su cabeza, de todo lo que entra nada se le escapa: su memoria suple: pronta para revivir las impresiones, fiel para conservarlas, exacta para represen- tarlas: ignora la diferencia de lo presente y de lo pasado; él ve siem- pre lo que ha visto, entiende lo que ha entendido; responde a lo que ha respondido; y lo que ha aprendido una vez, se verá siempre en estado de enseñarlo al maestro mismo que lo educó. De aquí se se- guía aquella variedad extraordinaria de conocimientos. Comercio, finanzas, marina, justicia, derechos (le Legislador y del pueblo, gue- - (1) Marcellus, ensis populi Romani. Mich. vivien. (2) Bejjerlin. verb. Aquil. (3) Alex. ab Alex., lib. 14, cap. 18.

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