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52 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA senda de los hombres grandes la parangona el sabio a la luz del día, que haciéndose blanca como los crepúsculos de la aurora, pasa luego a ser dorada con los rayos del Sol, hasta que paso a paso creciendo y aumentándose, llega por fin al colmo del medio día. Bolívar conocía en lo intimo de su corazón que había de pasar por estos trámites para llegar a ser un hombre grande. Trata de imitar a los filósofos anti- guos, que para salir consumados en la sabiduría, principiaron su no- ble carrera por dejar su casa, sus conveniencias, su patria. Como otro Pitágoras que fué a Menfis, como Apolonio Tianes que siguió a la Per- sia, la Albania, la Scitia, para aprender la elocuencia de Hiarca: que .1 siguió la Caldea, la Siria, la Arabia, para oír a Ginosofistas: como Pla- tón que siguió al Egipto y la Italia toda, para oír perorar a Archita Tarentino (1); así este joven americano pasa a Europa para instruirse en las ciencias, y en el arte importantísimo (le la guerra. Deja su pa- tria como Licurgo para favorecer (2) a su patria: deja su patria como los persas por no dejar de ser Persa (3). Pero ¡raro acontecimientol penetra, profundiza, escudrifla casi todos los gabinetes de Europa, y la Europa misma le suministra las ideas para formar el plan colosal de la independencia. En las academias de Madrid, en Italia, en Ale- - manía, en Francia, en Inglaterra, estudia en los corazones de los hom. bres más distinguidos las máximas sublimes (le la política, ele la moral, de la religión, del verdadero patriotismo para llegar al colmo de una sabiduría sublime. Observadlo, pues, en Europa, observad el don que ha recibido del cielo de agradar a todos sin hacer ningún esfuerzo de su parte. Respeta sin adulación, alaba sin lisonja, se aficiona al mé- rito y lo posee, se gana amigos y los conserva. Las sociedades de gusto lo llaman, lo invitan, lo reciben: las casas de los grandes, los pa- lacios de los príncipes, los gabinetes de los ministros; todo se abre para Bolívar. Sin saberlo él mismo, así se prepara para imitar los triunfos de los antiguos héroes. Cada paso que él da, cada acción que ejecuta. lo ponen en un camino cuyo término él ignora. Lo que Bo- lívar no ve, los otros lo ven en Bolívar. Sin embargo, él oye el dulce murmullo de la libertad al rededor del trono español: él siente una fuerte inspiración en su alma para establecerla: los clamores de su patria penetran hasta su corazón. ¡Ah, patrial exclama, por ti murió Sansón entre las ruinas del templo (4); por tí peleó David contra el filisteo Gigante (5); por ti Judit y Jael emprendieron acciones herói- cas (6); por tí el gran Matatias dió generoso la vida (7); por ti los (1) S. llyer. Ep. ad Paul. Alciati embi, 143, pág. 181. (2) Pier., lib. 14. (3) Goltum., ex Alciati. embi. 143. (4) Judic., cap. 16. (5) 1 Reg., cap. 17. (6) Jud., cap. 13. Jud., cap. 4. (7) 1 Macab., cap. 2.
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