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AL LECTOR Extinguidas violentamente, a causa de la guerra de la independencia, todas las Misiones establecidas en el territo- rio de Venezuela, fué constante preocupación de sus Gobier- nos restaurarías; para lo cual dictaron numerosos decretos y leyes, cii las que claramente se reconoce la importancia que les daban y el interés que tenían en la reducción y civi- lización de los indios. Y como, a todas luces es evidente y así lo reconocieron en varios actos oficiales las mismas Cámaras legislativas, esto era imposible sin el concurso y cooperación de las Ordenes monásticas, los Gobernantes de la República en diferentes ocasiones y siempre que los apre- miaban las circunstancias volvieron casi instintivamente los ojos a los abnegados Hijos de San Francisco, que tan gene- rosamente regaron con su sangre los campos de Venezuela. En cumplimiento de este deseo y expreso llamamiento .del Gobierno, volvieron en 18/12 los PP. Capuchinos a esta su querida tierra, con el propósito de reanudar los interrum- pidos trabajos apostólicos; ciertamente que la ocasión se presentaba muy propicia, pues apaciguados los odios y ren- cores de la guerra, aun se conservaban vivos los recuerdos del hábito capuchino tanto en las poblaciones como entre ¡os indios, Mas, obligados nuestros Padres por causas ajenas a su voluntad a suspender por entonces tan hermoso proyecto, se ciñeron al ministerio parroquial, en el que dejaron imbo- rrables huellas de su permanencia, levantando suntuosos templos en todo el territorio de la República, especialmente en los alrededores de la capital. Cuando ya estaban para apagarse los últimos resplan- dores emitidos por la numerosa expedición del 42, vinieron

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