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MISION DEL CARONL—CAPITULO II 39 el cariño y estima de todos sus moradores, de tal manera que a los pocos meses elevaron a la Curia eclesiástica una solici- tud, pidiendo que no se les quitase nunca; fundó un Beaterio de Religiosas Servitas de Ntra. Sra. de los Dolores, que se de- dicaron a la enseñanza de la juventud femenina, y en febre- ro de 1850 abrió el colegio de niñas. Al morir en 1853, le su- cedió en el curato y dirección del Beaterio el P. Igualada, que trabajó durante doce años por el progreso espiritual y mate- rial de la parroquia, y especialmente por el sostenimiento del Colegio que llegó a ser célebre en toda la República; murió en 186 en opinión de santo, siendo fama común que su cuerpo se conserva incorrupto (1). (1) Respecto de las circunstancias de su muerte, copiamos la siguiente carta, dirigida al Ilimo. Sr. Obispo de Valencia por una de las Religiosas exclaustradas, nacida en El Pao el 13 de junio de 1842: "El Pao de San Juan Bautista era un lugar sano, de tal manera, que, cuando el cólera de 15 de julio de 1835, fueron contadas las per- sonas que murieron; era también sano en costumbres, pues todos cum- plían con sus deberes religiosos, y cuando, en 1842, llegaron los Pa- dres Fr. Antonio Francisco de Barcelona y Fr. Nicolás de Igualada a encargarse de la Parroquia, ayudaron todos con mucho entusiasmo a fabricar la iglesia, que es muy grande y hermosa. Después se retiró el P. Fr. Antonio Francisco (le Barcelona, que- dando el P. Nicolás por muchos años encargado de la Parroquia, a quien los fieles veneraban corno santo; y en este tiempo fundó el con- venta de Religiosas, haciendo hermoso y amplio edificio. Cuando Su Santidad, el Papa Pío IX, lai&zó la excomunión contra los Masones, como había algunos en el Pao, el P. Nicolás se opuso a que fabricaran una logia. Se levantaron entonces contra él, lo calum- 'iaron y acusaron, con Monseñor Guevara, y le pidieron otro Padre. 4no éste, pero luego que se informó de lo que había sucedido, sin ir donde Fr. Nicolás, se regresó. El P. Nicolás, a fuerza de sufrir, se fué agotando de tal modo, que tres meses después (lel suceso murió. El médico que lo asistió en sus últimos días, declaró que no encontraba en él ninguna enfermedad, y que su sangre estaba como la de un niño. Pasados algunos días después de la muerte del P. Nicolás, se pre- sentó una fuerte tempestad con grandes aguaceros, y la crecida del río Pao arrastró muchas casas y perecieron familias enteras, y otras quedaron arruinadas y en la miseria; el agua se depositó en los sem- brados; éstos se pudrieron y se convirtieron en focos (le infección, cuyas miasmas se regaron por el pueblo, e inmediatamente empezó a dar la fiebre, que no ha cesado hasta el presente. Un capellán de ejército, que pasó por allí en aquellos días, cele- bró el santo sacrificio de la Misa el domingo, les predicó, y, en el ser- món, les dijo: Que tenían que reparar la que habían hecho, y que gota a gota pagarían la sangre del inocente, pues Dios estaba muy irritado con ellos.—Valencia, 14-IV-1925.—Sor Ana de Jesús, S. de M".
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