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EPILOGO DE LAS MISIONES 373 los Reyes por la causa de los indios, resistiendo a la violencia de los encomenderos, deteniendo la efusión de sangre derra- mada en la conquista, reuniendo las tribus errantes en peque- ñas poblaciones y dándoles ideas acerca de la vida y de la dis- ciplina de los pueblos cultos. Esto hicieron los Misioneros. Debemos deplorar su completa destrucción, mayormente cuando no se les ha reemplazado con ning(mn otro medio ca- paz de llenar, el vacío que han dejado. ¡Desgraciada raza in- dígena! ¡La independencia y la libertad, computadas en be- neficio de todos, por los colonos antes españoles, han sido ár- boles sin frutos, o de frutos venenosos para ellos! Los Misioneros gobernaban las Misiones y conservaban los pueblos y defendían los indios; al paso que ahora la raza es vejada, estafada y escarnecida en estos últimos tiempos por las autoridades civiles, apocada por las guerras, y las pestes y enfermedades, se acerca más y más cada día al término de su extinción. Baste decir que la población indígena de las Mi- siones del Alto y Bajo Orinoco que, a principios del siglo XIX, era de veintiún mil treinta i; cuatro almas, hoy (1840) está re- (lucida a siete mil quinientas y un almas. El ilustrado Dr. Vicente Dávila, miembro de número de la Academia de la Historia y Director del Archivo Nacional de Caracas, pronunció un discurso en 1912, con motivo del Cen- tenario de Carabobo, que es un himno de alal)aflzas a las gb- i-ias españolas, especialmente en la conquista (le América, y a la vez una apología de las energías y altivez (le nuestra raza, nunca desmentidas, sin regatear a los religiosos Misioneros los elogios merecidos por su heroica abnegación en la civilización cristiana (le América. Veamos los siguientes párrafos (1) España trasportará, con la sangre más valiosa de sus hi- jos, sus municipios y universidades, sus dogmas y catedrales, y sus rebeldías también. ¡Sangre copiosa que dará vida a millares de pueblos! ¡En tanto España, con el sacrificio propio de las madres, quedará esangiie! ¡Hasta su veste de púrpura imperial ostentará la pa- lidez del sacrificio! ¡Tanta fué la sangre que en esa transfu- sión material dió para sus nuevos hijos! (1) Véase investigaciones Históricas, p. 313.

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