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372 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA escritos sobre la Geografía, la Historia Natural y las lenguas del país. Cada pueblo de Misión era regido por un Misionero, el cual escogía para su asiento uno de los más bellos sitios, que abundan en América, ora a la orilla de un río, en tierra alegre y descampada, ora a la falda del monte que resguarda de los vientos fuertes, ora en un valle ameno y deleitoso, pero sient - pre en lugares solitarios, aunque propios para la agricultura y las crías, distantes entre sí u de las ciudades españolas, pa- ra impedir el roce y comunicación con otras razas. Tres cosas ocupaban luego al Misionero: la iglesia, que en lugar prominente fabricaban bajo su dirección los indíge- nas; las casas de habitación y las sementeras. Pocas situa- ciones darán más felices resultados que la de aquellos religio- sos dirigiendo aquella población indígena, a la que habían hecho dócil y sumisa, dirigiéndola en lo espiritual y temporal. Era una población homogénea, porque las leyes manda- ban que nadie entrase en los pueblos sujetos cii dominio de las Misiones, queriendo que los Misioneros no tuvieran que lu- char Con los obstáculos de costumbres, vicios y resabios (le las gentes corrompidas de otras razas. No pagaban ningún de- recho ni contribución al Gobierno, antes bien, el Misionero recibía un sueldo, pequeñísimo, es verdad, pero sin el cual po- dían pasarse la mayor parte. Prerrogativas eran estas que les daban otros tantos me- dios de felicidad y de riqueza, en las cuales se descubre el más solícito cuidado de parte del Gobierno español por la conser- vación y el bienestar de los indígenas, porque, a decir verdad, "en las Ordenes monásticas se hallaban por aquel tiempo un gran caudal de saber ij de virtud, y su Teocracia americana, bien organizada, era acaso el gobierno más adaptable a la índole flemática, grave y silenciosa de los indios. En 1788, un siglo después de la primera entrada de los Capuchinos en el Caroni, y sesenta años de fundación del hato de ganado mayor, tenían ochenta mil reses y diez y siete mil setecientos treinta y cuatro habitantes, en treinta aldeas. La manutención de estos indios, generalmente hablando, estaba asegurada, y sus costumbres se habían hecho más suaves. Los Misioneros, en nombre de la religión, abogaron ante

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