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AGRICULTURA Y GANADEPJA.—CAPITULO IX 365 de haber gastado sumas considerables, se descubrió que las piritas no contenían señal alguna del metal que se buscaba, y los ensayos hu- bieron de abandonarse, como se había hecho con los anteriores (1). Tal vez no carece Venezuela de minas de oro; mas ni hasta el día de hoy se han descubierto y reconocido de un modo que ponga fuera (le toda duda su existencia, ni parece que las beneficiados en otros tiempos eran otra cosa que veneros más o menos pobres, que de luégo a luégo se agotaban, burlando la diligencia de los españoles. Las que después se han catado están muy lejos de ofrecer evidentes señales (le riquezas proveniente de venas profundas y abundantes. Esto en cuanto al oro. De plata se han encontrado algunos mi- nerales en tierras de Aroa y Nirgua, y aun aseguran algunos que en la provincia de Mérida se ha reconocido recientemente una rica mina de aquella sustancio. Don Alonso de Oviedo, venicno (le Barquisime- to, descubrió en varios lugares de la jurisdicción de San Felipe alguna minas de estaño que se elaboraron muchos años por cuenta de la ha- cienda pública, y de las cuales se sacaron considerables porciones que fueron enviadas a España para el uso de las fábricas reales. Des- pués las empeñó el gobierno por cuarenta mil pesos a D. Francisco Marín, vecino de Caracas, que las abandonó sin dejar memoria siquie- ra del sitio en que se hallaban. Por último, se han obtenido excelen- tes muestras de plomo en el Tocuyo, de cobre en las provincias de Bar- quisimeto, Coro, Carabobo, Mérida, Caracas, y en ésta se está benefi- ciando hoy mismo la célebre mino de Aroa, cuyo metal es preferible al de Suecia y al de Coquimbo en Chile. Este rico venero de cobre, descubierto hace mucho tiempo, fué beneficiado en el siglo XVIII con algún provecho; pequeño sin embargo, en un país donde se descono- cía la ciencia de la minería, y donde no había caudales, máquinas ni brazos suficientes para trabajar los metales. Hoy que pertenece en propiedad a una rica compañía de comercio inglesa, ignoramos si un rdimiento suficiente paga los inmensos gastos que en él ha hecho y hace aun, con infatigable const-ancia. Mas ¿por qué fatalidad, en un país tan favorecido de la natura- leza, donde escasa labor basta paro arrancar o la tierra sus produc- tos, donde el clima es sano, la proporción para el comercio excelente, las costumbres dulces; por qué fatalidad, decimos, allí donde nadie muere (le hambre era pobre la población, pobre el cultivo? Para apreciar la riqueza agraria de la antigua capitanía general de Venezuelo, seria preciso saber la extensión de los terrenos cultiva- dos, el valor de los de propiedad particular, el de los edificios, máqui- (1) Aun se conservan en Upata los restos (le los referidos hor- nos; pero las minas de Oro, lo mismo de filón que de aluvión están más al Oriente (le Upata, en las proximidades de lo que se llama El Callao, explotadas actualmente, con poco rendimiento, por varias com- pañios extranjeras.

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