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AGRICULTURA Y GANADEBIA.—CAPITULO IX 361 obispo de Guayana, era a la sazón cura (le Chacao. Sus constantes es- fuerzos, unidos a los que por el mismo tiempo hicieron Don Bartolo- mé Blandía y el presbítero Don Pedro Sojo, lograron por fin introducir en Venezuela un ramo cia industria rural que hoy forma parte esencia- lísima (le SU agricultura. Cubiertos los mares de navíos ingleses que interceptaban toda comunicación con la madre patria, desmejorábase Ja calidad del cacao y con ella su precio en manos de los colonos, su- jetos a exportado sólo para España; por lo cual el café, menos bien pagado, pero, a recibir mayor fomento y aprecio. Para esto ya ha- bían los desastres de la parte francesa de Santo Domingo privado al comercio de Europa de una porción considerable del que se extraía de las Antillas; y como huyendo las revoluciones sangrientas (le aque- lla colonia desgraciada, tan rica y floreciente un cija, emigrasen varias familias a la Costa-firme, el cultivo de la planta se perfeccionó infi- nito. Verdaderamente desde entonces fué que introdujo Venezuela en los mercados de Europa su exquisito café, inferior sólo al Arabia. Pero la caña de azúcar, rico producto comercial de todos los es- tablecimientos coloniales situados entre los trópicos, era nulo para la exportación en Venezuela, donde diversos motivos impidieron que prosperase lo bastante para ofrecer al comercio un sobrante de con- sideración. Desde luégo lo recio y laborioso beneficio que exige no podía según la opinión común hacerse sin esclavos, y en Venezuela había muy pocos propietarios con suficiente caudal para Comprar Ufl número considerable (le ellos. Causa era esta misma pobreza de que no pudieran multiplicarse los molinos y máquinas necesarios para la elaboración del azúcar, costosa a más de complicada. A estos obs- táculos se unieron, como luégo veremos, otros de una influencia más general y perniciosa sobre todos los cultivos útiles; debiéndose a unos y a otros el que el azúcar fuese en Costa-firme una produción de con- sumo interior, a pesar de haber sido conocida desde muy temprano &n aquel suelo. Las primeras cañas fueron llevadas (le Canarias por 105 españoles a la isla de Santo Domingo, donde muy poco después de la conquista se reunieron por orden de la generosa e ilustrada rei- na Católica todas las plantas, semillas y animales de Europa. Pero en 1796 la antigua caña, originaria de la India, fué reemplazada por la de Otalti, que se llevó de Trinidad y que habían hecho conocer en el antiguo mundo los célebres viajeros Cook, Bligh y Bougainviile. Este la introdujo en la isla de Francia: de allí pasó a Cayena y a Martinica, y desde 1792 a las demás islas occidentales. No menos que el cultivo de esta planta preciosa progresó el del ta- baco, cuyo uso dañino se ha hecho una necesidad en casi todos los pueblos conocidos. Los enviados que en su primer viaje al Nuevo- Mundo destinó Colón a reconocer la isla de Cubo, volvieron Contán- dole, según refiere Muñoz, que los naturales andaban por campos y caminos con un tizón ca las 'manos y unos cañoncitos de ciertas yer-

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