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EL REGALISMO Y LOS MISIONEROS—CAP. VIII 351 temente los defensores de éstos, llegaron a adquirir una grande in- fluencia en los países conquistados, tan grande, que en algunas oca- siones lo que no pudieron conseguir los conquistadores por medio de las armas, lograron con su consejo y el ejemplo de sus virtudes los pobres religiosos. Aun contando con que entre tantos hombres vir- tuosos y abnegados hubiese alguno que no fusese digno de vestir el hábito, honrado por la casi totalidad, no cabe desconocer que la obra (le las Ordenes religiosas en América fué hondamente civilizadora y profundamente española. Mucho se preocuparon los Reyes del fomento de los intereses ma- teriales, pero mucho más se cuidaron de la formación moral de los indios y de su instrucción en los rudimentos de la fe. . ." 6. Mirada la cuestión del Patronato desde el punto de vista en que la contemplan los profesores de la Universidad de Cambridge, no cabe duda que dió espléndido resultado, pues con la concesión hecha por los Romanos Pontífices, se dió cauce legal a la intromisión de las autoridades civiles en el gobierno de las Diócesis y de las Misiones; pero también es cierto que muchas veces ese regalismo exagerado causó gran- des molestias a nuestros Misioneros, y se vieron perjudicadas las Misiones por la frecuencia con que, mal informados los miembros del Consejo de Indias, expidieron Reales Cédulas contradictorias. Veamos lo que sucedió con los primeros Misioneros de Venezuela. En 1650, a petición del venerable Fr. Francisco de Pamplona, se organizó una Misión para la isla de Granada, en las Antillas; pero cuando llegaron los Misioneros ya estaba oipada por los franceses y pasaron entonces a Cumaná, cuyo Gobernador, de acuerdo con ci Sr. Obispo, colocaron a los re- ligiosos en el valle de Unare, para reducir los indios Curnana- gotos, y cuando después de un año de trabajos apostólicos ha- bían fundado a Piritu y dos pueblos más, porque Fr. Francisco reproché al Gobernador de Barcelona sus excesos, éste escri- bió al Consejo calumniando los religiosos, y una Real Cédula los mandó retirar en 1652, muriendo en el viaje Fr. Francisco. Reclamé el Prefecto de tal injusticia, y, en 1656, otra Real Cé- dula los mandaba venir de nuevo a Venezuela. Llegan a Cara- cas, y porque el V. P. Carabantes predicó en las Misiones de Catedral un sermón contra la inmoralidad, otra tercera Real Cédula los manda que regresen a España. Afortunadamente,

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