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350 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA no, que cabria registrar respecto de los religiosos y del clero, como la que prohibió el paso a las Indias de religiosos extranjeros, con objeto de dar espíritu esencialmente nacional a las Ordenes religiosas en las posesiones españolas, y la que mandó se quitasen los indios encomen- dados a los clérigos, "porque ha parecido conveniente que estén libres para ministros y acusadores, (le que sean bien tratados": Fa que dis- puso que los prelados y los clérigos no paguen derechos de alnioja- rifazgo (aduana), pero sólo por las mercancías necesarias para el ser- vicio de sus personas eclesiásticas y el mantenimiento de sus casas. 3. En estas condiciones, la iglesia se desarrolló rápidamente, con carácter esencialmente nacional, en los paises descubiertos, de suerte que a mediados del siglo XVI (cincuenta años después del des- cubrimiento), la jerarquía eclesiástica se hallaba establecida sobre la base de tres Sedes Metropolitanas: la de Santo Domingo, en la isla Española, creada en los tiempos del Obispo Fuenmayar, que contaba como sufragáneas las Diócesis de Concepción de la Vega, Cuba, San Juan de Puerto Rico y Santa Marta. El Obispado de Méjico, estable- cido un año antes de la muerte del Obispo Fr. Juan de Zumárraga, del cual çlependian los Obispados de Puebla de los Angeles, Jalisco, Mi- choacán, Guasaca, Guatemala, Chiapa, Honduras y Nicaragua. Y la Ciudad de los Reyes (el Perú), Lima, cuyas sufragáneas eran las de Cuzco, Quito y la inmensa provincia de Charcas (Argentina). Existía, además, el obispado de Tierra Firme (Coro). 4. Los Prelados, casi sin excepción, fueron en un principio individuos de las Ordenas religiosas. Así como, repetidamente se ha dicho, el primer Obispo de Méjico fué el venerable Padre Zumárraga; de Yucatán, fué Fr. Juan de San Francisco, que por humildad no llegó a tomar posesión; de Michoacán, el Oidor, don Vasco de Quiroga; de Quito, D. García Diez Arias; de Cuzco, Fray Juan Solano; de La Plata, Fr. Tomás de San Martin, y de Lima fué el primer Arzobispo Fr. Je- rónimo de Loaisa, sobrino del Cardenal García de Loaisa, y varón muy docto y (le claro y admirable entendimiento, y excelente predicador, al que sucedió en su silla arzobispal D. Toribio Alonso de Mogrovejo, hombre de tan grandes virtudes y (le tan ardiente celo, que mereció ser canonizado por Benedicto Xlii en 1727. 5. El predominio ejercido en la dirección de las Diócesis por las Ordenes religiosas, se explica perfectamente con sólo tener en cuenta que a éstas se debió, de un modo casi exclusivo, la propagación del catolicismo en América, porque, primero los Franciscanos, luego los Dominicanos, los Capuchinos, los Jesuitas etc., consiguieron, a costa de grandes trabajos, y en ocasiones de su propia vida inculcar a los indios los principios de la verdadera Religión, haciendo que abando- nasen la idolatría, que modificasen grandemente sus costumbres, y poco a poco fuesen aceptando la civilización española, fundando es- cuelas y hospitales para educar y curar a los indios, y siendo constan-

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