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344 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA ñ.alados a este fin para que los instruyeran en la fe Católica; que el que maltrate a los indios "sacándoles sangre", además de las penas establecidas por el derecho y la costumbre, se les quitaren y fueren declarados inhábiles para tenerlos en adelante. Se prohibió a los españoles que ocupen o apropien asi algunos caciques de pueblo, ni indios que no les estuviesen especialmente en- comendados, y se les mandó que diesen noticia de los que tuvieren vacas; se dispuso que los encomenderos sostuviesen los obras públicas en los territorios de sus encomiendas, que mantuviesen la división de tierras y aprovechamiento de aguas que existían antes de la conquis- ta, y que cualquier negro que diera mal tratamiento a los indios fuese atado a las puertas de la ciudad o villa donde acaeciere y se le dieren cien azotes, sin perjuicio de sufrir, además, las penas establecidas en las leyes, si le hubiere sacado sangre. También se mandó que los in- dios que quisieren cambiar de lugar los dejen vivir donde quisiesen. Esto fué suficiente para cortar los abusos denunciados, aunque con evidente exageración por el P. Las Casas, y se dictaron las orde- nanzas de 1542, por virtud de las cuales se privaba de Fas encomiendas a todos los españoles. .. De los efectos que esta medida produjo, se habló ya en su lugar (1); aquí sólo es necesario añadir que tan radi- calisima disposición fué impremeditada, porque si hubo abusos, si los indios fueron objeto de explotaciones, no puede culparse de ello a la Corona, no fué el Poder público de España el que lo alentaba ni lo consentía, pues no vaciló en sacrificar los intereses de los que le ha- bían dado un nuevo Mundo y los suyos propios para impedirlo. Hay que tener en cuenta que ninguna de las instituciones por cu- ya existencia tan graves cargos se habían lanzado contra España, fue- ron creadas por ésta, la cual, en definitiva, no hizo más que utilizar lo que ya existía en los países descubiertos, pues la milpa, la mita y las encomiendas, respondían perfectamente al carácter de las civilizaciones Azteca e Inca, y a la condición de los indígenas en la especie de régimen feudal a que en aquéllas se encontraban some- tidos, y las variaciones y los cambios que su frieron durante la domi- nación española, lejos de agravar sus males, los disminuyeron en bene- ficio de los indios. La milpa, en tiempo de la Colonia, era la obligación impuesta a cada indio de cultivar en común cierta extensión de terreno, plantar árboles y hacer otros trabajos de esta clase en beneficio general del pueblo o ciudad en que vivía, es decir, que no era en definitiva cosa más gravosa que la obligación que tenían los campesinos mejicanos de cultivar en común el campo de la guerra, y los peruanos de trabajar las tierras del sol y la porción perteneciente en común a cada pueblo. La mita consistía en repartimiento de indios para la labor de los campos, construcción de viviendas, guarda de ganados y labores de (1) Véase Historia del Perú.

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