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LAS ENCOMIENDAS.—CAPITULO VII 341 Cosa parecida sucedió en la isla de Trinidad, como habrá visto el lector al tratar de aquellas Misiones, también allí los encomenderos abusaron del trabajo de los indios, por lo cual el Real Consejo de Indias, confecha 20 de septiembre de 1716, ordenó que supuesto que dichos encomenderos carecían de ti- tulo legal para gozar de las dihas encomiendas, y que, ade- más, iia habían cumplido las leyes respecto del cuidado de los indios, "que se les prive de ellas y se incorporen al patrimonio Real (1)". En Venezuela hubo varios encomenderos que dejaban mu- cho que desear. El Sr. Obispo de Coro, en 1550, se queja de esta calamidad y hace grandes elogios de D. Martín Arteaga, encomendero de Burburata; de D. Juan Quiñones de Llama, en el Tocuyo, y del licenciado Tolosa, de Coro, y aun del sacer- dote Francisco Juárez. El P. Aguado, en su Historia de la Conquista de Venezuela, dice que los indios encomendados en la provincia de Trujillo hablaban perfectamente el castellano y sabían trabajar, aun- que se queja de la instrucción religiosa, por falta de sacerdotes. 7. Vamos a terminar este asunto de las encomiendas copian- do el juicio critico que de ellas hacen los miembros (le la Uni- versidad de Carnhridge, en la Historia del Mundo en la Edad Moderna, tomo XXIII, pág. 279: "Al realizarse la conquista de América, subsistía en todos los te- rritorios colocados bajo la soberanía de los Reyes Católicos la antigua oranizaeión social, que distribuía la población en cuatro categorías: Elstado llano, los hidalgos, los caballeros y la nobleza.... Los indios hallábanse, por su parte, separados por más hondas diferencias que las que existían entre los españoles, y estas desigualdades en uno y otro elemento colocaban en distinta situación a los hombres, y necesaria- mente hablan de reflejarse en las relaciones entre conquistadores y conquistados y en la sociedad que surgía de la convivencia de ambos. Era muy humano, además, que los conquistadores, estimando a los indios como seres inferiores a ellos, tendiesen a utilizarlos en su provecho personal, y así se ha hecho en todas partes menos en aque- llas Colonias, en las cuales el orgullo de raza llevó a los europeos a procurar la desaparición del elemento indígena. Mas el criterio in- dividual pugnaba con el criterio sustentado por los Monarcas españo- (1) Véase el texto de la Real Cédula, publicado en Documentos para la Historia. T. 1., p. 450.

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