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340 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA la apostasía de las Misiones, con grave perjuicio de la Religión y de mis intereses, y he tenido a bien ordenaros que prohibáis a los dichos encomenderos, que, en adelante, bajo ningún pretexto, reciban ni aco- jan en sus haciendas los indios que pertenecen a las Misiones. Asimismo ordenamos que no puedan los españoles permanecer en la jurisdicción de las Misiones por los perjuicios que hacen a la re- ducción de los indios, pues se valen de ese pretexto los enemigos para decir que la Misión no es más que un medio para llevar los indios a la esclavitud de los hacendados.—Madrid, 5 de agosto de 1701.—Yo, el Rey,—Antonio de Serralta, secretirio". Al Prefecto de las Misiones, en la misma fecha, le dice lo siguiente: "Devoto Padre: Tengo entendido que el cambio de los indios de una a Otra Misión, causa muchas molestias a los individuos por sepa- rarlos de sus familias y demás miembros de la misma nación y lengua, y he resuelto ordenaros: que en adelante no se cambie ningún indio, ni se se deje a las encomiendas, sin antes haber alegado en capítulo las razones que hay para ello, y se eleve a mi Consejo la solicitud razonada.—Madrid, 5 (le agosto de 1701.—Yo, el Rey.—Antonio Se- rralta, Secretario". Los encomenderos de Cumaná—dice el P. Anguiano- fueron una rémora para la reducción de los salvajes (1), por los malos tratamientos e injusticias que hacían a los in- dios cristianos y por el horror que con su conducta causaban a los indios de los montes, impidiendo su conversión a la fe Católica. Los hacían trabajar continuamente en los trapiches o ingenios de azúcar, les daban mal de comer y no los enseña- ban el catecismo, Por lo cual, informado Su Majestad el Rey, expidió una Real Cédula, el año 1688, ordenando se les quitara las encomiendas, y, además, envió de España un juez especial para que informarse en este asunto y castigara a cuantos ha- llase culpables de injurias y malos tratamientos a los indios; y mandó, asimismo, el Rey, que se diera la satisfacción debida a los que hubieren sido agraviados. De esta manera castigó el Rey de España a los encomen- deros sin conciencia, que pretendían abusar de los indios obli- gándolos a trabajar más de lo debido, sin cumplir por su parte las obligaciones que las leyes imponían a los encomenderos. (1) Idem de íd. Sig. 18.178.

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