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LAS ENCOMIENDAS,—..CAPITULO VII 337 cimiento de quo no se podrían suprimir por ser casi la única fuente de producción, pues aunque fueran llegando algunos agricultores españoles, como estaba acordado, siempre serian insuficientes, por ser una nación pequeña y poco poblada y estar la mayor parte de los hombres útiles sobre las armas. Acordaron, sí, los nuevos gobernantes, combatir enérgicamen- te los abusos. No se aquietó con esta resolución el P. Las Casas, y vol- vió otra vez a España a defender su causa, y como la más fuerte razón que se le oponía a su proyecto de suprimir las encomiendas era la falta de brazos para cultivar las hacien- das, propuso al Emperador, Don Carlos, que había tomado ya posesión del Reino, "que permitiera a los hacendados de las Colonias americanas la libre saca de negros del Africa, para que, como esclavos, trabajasen en las haciendas y minas, en lugar (le los indios encomendados, y, además, que se enviasen labradores de la Península". Ambas cosas fueron concedidas por el nuevo Gobierno, sin que Las Casas lograra su intento, pues los colonos que iban llegando, cada uno se instaló por su cuenta como pudo, sin quererse sujetar a los hacendados, y por lo (JUC hace a los negros, fué una equivocación (le Las Casas, que lo propuso, y de los consejeros que lo aprobaron; l)UCS un mal no se remedia con otro mayor, y lo que hizo fué establecer legalmente la esclavitud en las Colonias america- nas, cosa que no había en España. Por eso fué que el Cardenal Cisneros se negó en absoluto a conceder esta facultad y encargó muchísimo al nuevo Empe- rador que no accediera a esta petición del P. Las Casas, por- que, aparte lo que tiene (le odioso y anticristiano la esclavitud, había de ser ocasión de graves trastornos; pero Don Carlos, o más bien su favorito, D. Guillermo Chievres, desoyó este prudente Consejo del Cardenal Regente, y se concedió la trata de negros, y aún se están sintiendo los efectos (le este consejo en toda la América Central. Ya en los primeros años de la conquista, como los Reyes Católicos recibieran quejas (le los malos tratos que algunos encomenderos daban a los indios, les recomendó el Cardenal T. III.-P, 22

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