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LAS ENCOMIENDAS,—CAPITULO VII 331 tierras de las Indias Occidentales, añade estas palabras: "Ade- más de esto, os mandamos, en virtud de santa obediencia, que corno lo prometéis, y no dudamos lo haréis sin falta, según nos persuadimos de vuestra grandísima devoción y Real mag- nanimidad y grandeza de ánimo, quedéis con la obligación de enviar a los dichos indios varones virtuosos, siervos de Dios, doctos y experimentados, para instruir a los moradores y na- turales de aquellas tierras en la fe Católica y buenas costwn- bres, poniendo en todas las cosas dichas toda diligencia". Del mandato y precepto contenido en las anteriores pala- bras del Romano Pontífice, se deduce la estricta obligación que nuestros Católicos Monarcas habían contraído de evan- gelizar todas las naciones sometidas a su Real Corona, y la fuerza de esta obligación, que pesaba sobre su conciencia, nos explica, de alguna manera, dos cosas que ahora nos parecen incomprensibles. Es la primera el absorbente regalismo de aquella época, en la cuestión de las Misiones y Misioneros, pues vemos, por los documentos que liemos publicado en es- tos volúmenes, que todos los asuntos referentes a ellas los resolvía, en primer término, el Consejo (le Indias, dándole todo por bien hecho los Superiores de las Ordenes religiosas a quienes por derecho les correspondía resolverlas. En se- gundo lugar, nos explica la institución de las encomiendas, que ha sido tan discutida en los siglos posteriores. Los Reyes Católicos se encontraron, desde el primer mo- melito de la conquista de Aniérica, con varios problemas de difícil solución; era el principal conseguir suficiente, número de Misioneros aptos Para evangelizar el inmenso territorio que se preparaba para conquistar, que se extendía desde Califor- nia a Magallanes, y, además, las Islas Filipinas. Añádase a esto.que España acababa de salir de una guerra que había durado más de siete siglos y se hallaba, por consiguiente, em- pobrecida. ¿Cómo sustentar un ejército numeroso que lu- chaba a la vez en diversas partes? ¿Cómo alimentar a tantos soldados lejos de la patria, con dificilísimas comunicaciones, pues los indios varones, especialmente en Venezuela, ni sa- bían ni c1t 1err, trabajar, dedicándose tan sólo a las guerras, caza y pesca?

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