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, , - FR. FRANCISCO DE PAMPLONA.—CAPITULO IX 163 un vocabulario, ayudados de los comerciantes europeos que había en el puerto de Pinda, al mismo tiempo que predicaban por medio de intérpretes y bautizaban a los niños. Compren- dió el P. Prefecto que era demasiado reducido el número de Misioneros, y resolvió que el Venerable Fr. Francisco de Pam- plona, acompañado del P. Miguel de Sessa, regresaran en el mismo barco a (lar noticia a su Santidad de la buena acogida que habían tenido, y pedir nuevos operarios. Salieron, pues, de Pinda, los dos enviados, pero pronto se dieron cuenta de que el navío estaba averiado y pidieron al capitán de un bajel in- glés que los acogiera por caridad, el cual les llevó a Londres, adonde llegaron el 4 (le marzo de 1646. Una vez allí, trataron de disponer su viaje a España, ayudados de algunos católicos, que suplicaron al P. Miguel les dijera misa en sitio oculto y les administrara los Santos Sacramentos, pero fueron descu- biertos por los herejes a los dos días. Denunciados sin pérdi- da de tiempo, se les mandó prender, dándoles por cárcel la casa donde estaban alojados, y les recogieron todos los orna- mentos que llevaban para decir misa. Después de algunos días se los devolvieron y los desterra- ron del Reino. Pasaron a Francia, y por tierra llegaron a Za- ragoza, donde murió el P. Miguel. Fr. Francisco, con otro com- pañero, se dirigió a Roma, (lOfl(lC llegó el 24 (le jUfliO de 1646. Presentó al Papa las cartas del P. Prefecto del Congo, y con- siguió (le la Sagrada Congregación cuanto füé necesario para el aumento y prosperidad (le la Misión. Logró, además, des- Øchos para otra Misión en Guinea, que se estaba preparando en la Provincia de Andalucía, y otro especial para que él mis- mo pudiera ir al Darién, en las Indias Occidentales, con Mi- sioneros de Castilla, siendo sumamente favorecido del Sumo Pontífice, Inocencio X, quien le ofreció el Capelo Cardenalicio. 4, Concluidos felizmente sus asuntos en Roma, volviose a España para tratar con el Rey lo referente a la Misión del Darién. Un año le costó al siervo de Dios organizar esta se- gunda Misión, (le la cual formaba parte. Por fin, se embarcó en Cádiz a últimos de octubre de 1647, con cuatro Misioneros 8acerdotes de la provincia de Castilla. Llegados a Panamá, Fr. Francisco edificó a todos los fieles de aquella ciudad, don-

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