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PB. FRANCISCO DE PAMPLONA,—CAPITULO IX 161 ventura, que se había retirado a rezar horas, observó que lue- go se pró en el árbol vecino un pájaro de rara hermosura y de singular melodía en su canto; y después de un rato cesó de cantar, y, descendiendo del árbol, se posó blandamente sobre el pie enfermo (le Fr. Francisco, el cual estaba muy hinchado por el mal de gota, y, dándole unas cuantas picadas, desapa- reció. Conoció el Prefecto que aquel pajarito providencial no era (le esta región, sino enviado por Dios para aliviar a su siervo, que se levantó sin sentir más molestia de la gota. 2. Llegaron al convento de Sevilla en los últimos meses del dicho año de 1643, con ci fin de reunirse allí todos los Misioneros y activar la cuestión del barco, que era muy difícil de conseguir; y, no obstante la actividad de Fr. Fran- cisco, tuvieron que esperar en dicho convento de Sevilla quizá más de un año, por lo menos allí estaban el día del Corpus Christi de 1644, pues dice el Padre Anguiano que, por haber vivido en aquella ciudad Fr. Francisco cuando era militar, eran muchos los que le querían ver, y el Guardián los iba apla- zando para que lo vieran todos en la gran procesión del Corpus. Al efecto, dispuso el Superiorque Fr. Francisco fuese ese día solemne con la cruz al frente de la Comunidad; la multitud se apiñaba en las bocacalles para contemplar un nuevo prodi- gio de la gracia; la modestia y aspecto penitente del Venera- ble Hermano fué motivo de grande edificación en los fieles, derramando muchas lágrimas de devoción. Desde que salió del convento, tomó como tema de su meditación la gravedad &t las culpas -cometidas en aquella ciudad con escándolo de todos. En esto llegó a cierta calle donde había tenido una pen- dencia y matado a un hombre; este recuerdo hirió su corazón tan fuertemente que, sin poderlo remediar, prorrumpió en sollozos y lágrimas tan copiosas, que fué preciso sustituirlo, y, metiéndose en un portal, desahogó su corazón, dando rienda suelta a sus lágrimas de dolor y arrepentimiento de sus pe- sares. Al mismo tiempo que Fr. Francisco se consagraba en la capital andaluza a la oración y penitencia, seguía con activi- dad la gestión del barco que había de conducir los Misioneros al Congo; tenía ya uno contratado y se estaba aprestando para T. iiI.—P. 11
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