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FR. FRANCISCO DE PAMPLONA—CAPITULO VIII 155 gunos bienhechores a pedir hortalizas para sus señores; fue, el siervo' de Dios por ellas a la huerta, y al regresar encontró a ciertos muchachos conversando con las chicas con gestos poco honestos; les reprendió su desahogo en no respetar el lugar ni mirar la ofensa que hacían a Dios. Los jóvenes, en vez de corregirse, se conjuraron contra él, diciendo que, a pe- sar suyo,seguiriafl en su entretenimiento; entonces, Fr. Fran- cisco, para curar la locura de aquellos rufianes, cierra con ellos, y sin más armas que el mango de la escoba, les da una batida tan eficaz, que por el momento les quitó el fornes pee- cali; pues sin pensar más en las muchachas, trataron con la huída de sacar el cuerpo a las caricias del portero. Poco después (le este acontecimiento, estando en este mis- mo convento, uflOS caballeros se Propusieron obsequiar a los religiosos con una serenata todas las noches. Fr. Francis- co dedicaba precisamente ese rato a la oración, y lo propio hacían otros religiosos, por lo cual les molestaba grandemente la música. Así se lo avisó a los jóvenes, a fin de que desistieran de su intento; como no hicieran caso, les volvió a suplicar has- ta tres veces, diciéndoles que no les hacia gracia la música en aquellas horas, sino más bien perjuicio, porque a unos quita- ba la oración y a otros el sueño, pues tenían todos que levan- tarse a las doce a cantar maitines. Ni aun con estas razones cedieron los jóvenes músicos, por lo cual, no pudiendo el buen Hermano castigarlos a ellos, se volvió contra si y resolvió cas- tigar su cuerpo con dura disciplina todo el tiempo que durara t música; cuando los jóvenes músicos se dieron cuenta de las sangrientas displinas que por su culpa se tomaba Fr. Francis- co, se fueron con la música a otra parte y dejaron tranquilos en su silencio a los religiosos. 7. De Peralta pasó al convento de Zaragoza, donde esta- ba en 1642, según testimonio del P. Anguiano (1) : "A los cinco años de hábito de Fr. Francisco enfermó gravemente doña Isabel Cruzat, su madre; con este motivo escribieron sus deudos al Provincial pidiéndole se sirviera enviar para su con- suelo a Fr. Francisco, que se hallaba entonces de conventual en Zaragoza". Recibida la carta, mandó llamar el Superior (1) Vida de Fr. Francisco de Pamplona, cit., págS 108.

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