BCCCAP00000000000000000000505

FR. FRANCISCO DE PAMPLONA.—CAPITULO VIII 153 "Dios, dijo, es admirable en su misericordia, que debemos acatar todos". 6. En el convento de Capuchinos de Tarazona tomó el san- to hábito el 26de julio de 1637, con el nombre de Fr. Francisco de Pamplona. Apenas recibió la librea franciscana, cuando se sintió revestido del hombre nuevo, pues, a pesar de su de- licadeza, soportaba con facilidad las más grandes austerida- des de la Orden Capuchina; se afirmó su salud; comía de todo sin la más leve repugnancia, y una taza (le potaje, mal condi- mentada, le servía de regalo; y, por lo que hace al vestido, se observó que no necesitaba más abrigo que el santo hábito. Fué aniantísirno de las rigurosas penitencias (1), y mo- delo (le los religiosos durante el noviciado, no sólo (le los jó- venes, sino también de los más ancianos, que veían en él un hombre (le tan elevada condición social abrazarse alegremente con las más grandes y rigurosas penitencias y la más absoluta pobreza, contentándose con un pobre hábito remendado. 1-lizo su profesión religiosa con singular devoción y lágri- mas, edificando a todos los circunstantes con su fervor y re- cogimiento. Después de la profesión no dice el P. Anguiano a qué convento fué destinado; sin embargo, de la lectura (le su obra se deduce que debió pasar a Tudela en el verano de 1638. Conoció Fr. Francisco desde el principio de su vida reli- giosa la necesidad que tenía de una oración fervorosa y reco- gida, y (le las grandes ventajas que ofrece a los que se ejer- ian en ella; por eso procuró entregarse a la meditación con mucho empeño y abstracción de todas las cosas (le la tierra. Dedicaba a este ejercicio todo el tiempo que le dejaban libre los actos de comunidad, y los oficios de su estado que le enco- mendaba la obediencia; recogiase entonces, en la celda, en el coro o en un rincón de la iglesia, y se engolfaba en la contem- plación (le las misericordias divinas o en los misterios de la vida, pasión y muerte (le nuestro Divino Salvador, de donde (1) Cierto día se presentó sin hábito en el coro, pidiendo con muchas lágrimas al Superior que lo mandara azotar públicamente; y como el I'. Guardián se excusara, insistió tanto, que fué preciso orde- nar a un novicio le diera unos golpes en la espalda, con lo cual se re- tiró muy consolado.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz