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MISION DEL CARONL—CAPITULO VII 139 Las' fiestas de Navidad celebrólas el Misionero en pue- blo civilizado, de donde partió el dos de enero para la ran- chería Limonera. El viaje duró desde las tres de la madru- gada hasta las ocho de la noche; hizo alto para celebrar mi- sa muy de mañana en el templo de la naturaleza, teniendo por dosel el estrellado firmamento y por cantores las aveci- llas del bosque. Continuó su viaje, llegando a la menciona- da tribu a las dos del mediodía. Aquí, allí y en todas par- tes la obra del Misionero es sembrar y preparar el terreno .para nuevas y más abundantes cosechas. De la Limonera pasó a Guabanoco, donde sólo encontró cuatro ancianos; el resto de la tribu estaba en sus habitua- les faenas, de la pesca. De Guabanoco a Oríá-Liáoco, y más tarde a Cuamujo; en todas partes la misma miseria, idéntica degradación, y muchos de ellos dando diente con diente a causa del frío que sienten, apenas la temperatura descien- de unos grados. El alimento de todas estas tribus, según escribe el Misionero, es el pescado llamado morocoto, que comen condimentado con una especie de harina que extraen del árbol moriche, de donde también brota cierto licor que fermentado hace una especie de vino. Aparte de esto, estos indios nada tienen, andan desnudos cubiertos solamente con taparrabos, moran en chozas hechas de hojas (le palmeras, casi a la intemperie. Minada su salud por múltiples enfer- medades, parecen esqueletos ambulantes en su mayoría; y de , hí la gran mortandad, sobre en la infancia, que ame- nza con el exterminio de la raza aborigen, si rápidamen- te y de un modo eficaz no se acude en su socorro. 3. Que el Misionero se ocupa también de imponer al in- dio en los oficios de la vida social, nos lo dice ifria carta del P. Santos de Abelgas, fechada en Araguaimujo (Bajo O- rinoco) el dos de agosto del año 1926: "Nuestra Estación de Araguaiinujo marcha muy bien; he- ¡nos aumentado considerablemente la siembra; ya tenemos upas cuatro hectáreas de maíz, arroz, plátanos y otros fru- tos menores. Ahora vamos a sembrar cañas, pues, gracias a Dios, en ¡ni última excursión por los Caños del Orinoco, que duró ocho días, pude obtener un poco de semilla; espe-

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