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136 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA Desde las bocas del Orinoco, escribe un Misionero, (el P. Sa- muel de San Mateo), con fecl1a del 22 de diciembre de 1924 (1): Diez y ocho días hemos empleado en recorrer /os apartados rincones del Araguao y Araguaíto, del Cugubini, Amacuro y Barima, y en esta expedición, no exenta de trabajos y peli- gros, hemos podido conten piar, con lástima, el estado de tan- tos seres infelices que se hallan privados de la luz que irradia la fe divina, y que habitan chozas tan míseras que con sólo verlas parten de dolor el corazón. ¡Pobres indios! pasan la vi- da en la mayor penuria y apenas tocados de la enfermedad mueren por falta de medios de defensa. Muchas son las di- ficultades que ofrece el espirituaA roturamiento de este campo evangélico, quizás tantas como tuvieron nuestros antepasados al comenzar estas mismas Misiones; no importa, ayudados con la gracia de Dios... y en lo humano, con la constante y deci- dida protección del muy digno Gobierno de la República, es- peramos llevar por todas partes los beneficios de la fe' Cató- ¡tea y la verdadera civilización. Por lo pronto, de común acuerdo con nuestro ilust ríst.mo Vica rio Apostólico, hemos re- suelto fundar, en el punto que los naturales llaman Guauno, distante de Tucupita como unas sesenta o setenta leguas; de aquí tendremos que proveernos de las cosas materiales, por ser el punto civilizado más accesible, hórrida soledad donde só- lo tendrá privaciones el Misionero. Termina su relato dicien- do: Felices nos reputaremos los que tengamos la dicha de ser destinados a un lugar tan desprovisto (le medios humanos. "La Religión", diario que se publica en la capital de la República, escribía en los últimos días de diciembre de 1924 (2) : "Continúan ¡as avanzadas Franciscanas recorriendo el ex- tenso territorio Delta-Amacuro (cita una porción de pueblos: La Horqueta, S. Salvador. .. .), por donde ha pasado Monse- ñor Nistal en viaje de exploración, acompañado de su valiente y abnegada Legión de Caballeros de la Cruz. Lo largo y pe- noso del camino, el calor sofocante y el sinnúmero de priva- ciones, rindió al venerable Vicario Apostólico, mas tan (1) El Mensajero Seráfico, año 1925, pág. 114. (2) El Mensajero Seráfico, año 1925, pág 17. •• ••
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