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MISION DE CUMANA.—CAPITULO VI 95 viéndole después, que le daba las gracias, diciéndole: "Qué - date con Dios, que yo me parto a su Gloria". EL P. ATANASIO DE ZARAGOZA. Había florecido en todas las virtudes cristianas y las selló con su heroico fin, pues murió envenenado por los indios en agosto de 1698, porque les predicaba y enseñaba las verdades católicas. Antes (le morir perdonó muy de corazón a los que le habían dado el veneno y los exhortó al arrepentimiento de su culpa. Era Misionero de la población de San Antonio de Guaypanacuar, donde es- tá enterrado. EL P. FRANCISCO DE PUENTE. Varón insigne en santi- dad y Prefecto de la Misión de Cumaná; trabajó después en la Misión de Los Llanos, hizo viaje a España a buscar Misione- ros y fué comisionado para conducir a Madrid los restos de Fr. Francisco de Pamplona; por fin, hallándose de edad avanza- da y cargado de achaques, resolvió regresar a su provincia por no poder ayudar a sus compañeros. Llegó felizmente a Bayo- na (Francia), y allí le cogió la muerte ci año 1715, siendo se- pultado en el convento de Capuchinos de aquella ciudad. No fueron solamente estos beneméritos religiosos los que sobresalieron por su celo y heróicas virtudes en la Misión de Cumaná; otros muchos brillaron también, entre los cuales me- rece especial mención el Ho. lego Fr. Miguel de Torres, quien trabajó en la fundación de Sta. María de los Angeles, y murió en 1699, a los 80 años, con más de 40 de Misionero, obrando en vida y después de muerto muchos milagros (1). (1) Nada decimos aquí del P. José de Carabantes, porque lo hare- mos más largamente en nuestro tomo III. El P. Lorenzo de Mogollón ya hemos visto que murió en Cumare- bo, junto a Coro, estando en Visita Pastoral con el Ilmo. Sr. Obispo de Caraéas. (Véase nuestro tomo 1, pág. 143-4). Ya queda descrito el horroroso martirio del P. Miguel de Alba- late. Del P. Agustín de Frias no hemos podido obtener dato alguno re- ferente a su muerte; pudiera ser que terminado el trienio de su Pre- fectura en el año de 1673, regresara a España.