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MISION DE CUMANA.—CAPITULO y 81 crificar su vida por Dios; y viendo que se acercaban los ase- sinos con salvaje fiereza, trató de ir a la iglesia; pero allí mismo lo acabaron de matar (1). 4. Como el niño vió tan gravemente herido al Misionero y que los agresores llegaban ya a la casa, se retiró al interior, oyendo los golpes que daban al Padre para quitarle la vida, además (le las cuchilladas y saetas con que destrozaron todo su cuerpo. Luego que los sacrílegos homicidas vieron muerto al Misionero y tendido en el suelo su cuerpo, entraron en la casa a buscar al niño; sacáronle de su cuarto y con suma crueldad le quitaron la vida (2). Muertos ya los dos, metie- ron los cadáveres en la casa y la pusieron fuego para disi- mular su crimen, a fin de hacer creer que había sido un in- cendio casual; como la casa era pequeña, de madera y paja, cubierta de cañas y barro, en breve se abrasó toda, y queda- ron sepultados los cadáveres entre los escombros por espacio de tres días. Con esto consiguieron su intento los malvados indios, porque con el temor al castigo huyeron a los montes, excepto unos pocos, que no consintieron en la maldad y fueron a dar noticia de lo sucedido a Cumanacoa. Cuando el Gobernador supo lo que había sucedido, mandó salir gente armada a buscar a los agresores para castigarlos, y al mismo tiempo (1) "El día 5 de febrero del año 1683, acabando de decir la Misa el V. Padre Fr. Miguel de Albalate, asistente en la población referida de San Miguel, salió a visitar la gente corno es costumbre, y entonces al irse a recoger a casa le dispararon muchas flechas unos indios Caribes advenedizos, y le acabaron de quitar la vida con las macanas. Después le metieron en casa y mataron a un niño llamado Manuel (le Vera, hijo de españoles, que servía de ayudarle a Misa. Luego pegaron fuego a la casa para quemar los cuerpos y disimular su maldad, pero conservó Dios intacto el cuerpo del V. Padre, y con tal maravilla que, al cabo de cuatro días, fué hallado hecho ceniza su hábito, enteros y más blancos que la nieve los paños menores de lien- zo, y sin el menor rastro de corrupción, y echando de las heridas sangre viva corno si entonces le acabaran de matar". (Misión Aostó- lica en la isla de La Trinidad de Barlovento...., escrita por el Padre Fr. Mateo de Anguiano). (2) "Llarnóhase Manuel Vera, y era hijo de padre español y de madre criolla, vecinos (le Santa María, a quien habían bautizado los Religiosos, y criado en buenas y santas costumbres; y sus padres le habían dado con mucho gusto, para que ayudase a Misa al siervo de Dios, y le hiciese compañía". (Anguiano, 1. e., p. 150). T. n.—i'. 6

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