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MISION DE CIJMANA.—CAPITULO IV 73 juntos a la población de San Francisco, distante de El Pilar cinco días de camino, a donde llegaron más de 400 de nues- tros indios, y al poco tiempo se fingió un arrebato, promovi- do por el mismo autor de los demás; y alborotándose toda la gente, arrancaron todos los de la población, para ir a Santa María de los Angeles, que era la que únicamente quedaba, dis- tante de San Francisco ocho leguas. Afligido el P. Prefecto por la pérdida de esas poblaciones, fundadas a costa (le tan- tos trabajos, recogió los indios en Santa María; y los vecinos de San Carlos tomaron diferentes rumbos. Se dió cuenta de todo al Gobernador, para que ayudara a volver a sus pueblos a los indios; pero cuando lo quisieron e- jecutar, ya los Caribes habían pegado fuego a la villa de San Carlos y a las tres Misiones de San Juan Bautista, El Pilar y San Francisco, pues al saber que se habían retirado los indios cristianos y los españoles, lo destruyeron todo, reduciéndolo a cenizas. Tal fué el triste final del levantamiento de los Caribes y franceses: la destrucción fatal de cuatro florecientes pobla- ciones, y por milagro no sucedió lo mismo con Santa María. Los indios perdieron sus casas, haciendas y labranzas, habién- dose portado con singular valor en los cinco años que llevaban de guerras. Los Misioneros, con el desconsuelo y amargura que se puede comprender, perdieron el trabajo de diez y siete años de rudo batallar, y tuvieron que soportar también la censura de aquellos mismos que fueron remisos en el cum- plimiento de su deber para defender las poblaciones. 11. Al principio de las hostilidades de los Caribes y .Chaymas, escribieron los Misioneros a su Majestad, dándole cuenta de lo que sucedía en las Misiones, y cómo algunos hom- bres perdidos habían dado motivo a la sublevación de los in- dios, a fin de que se pusiera remedio y en lo sucesivo no se molestase. También escribió uno de estos sujetos al Real Consejo de Indias, y para sostener sus intrigas, atribuyó la culpa a los religiosos, como si por ventura destruyera quien edifica, o arrancara quien sólo trata de plantar. La Reina, entonces Regente de España, en vista de esto,

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