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MISION DE CUMANA.—CAPITULO IV 69 S. Desde este momento la guerra tomó nuevo carácter; pues los españoles escapados de la ranchería dieron avi- so a las poblaciones de San Carlos, San Juan y El Pilar, enviándose (le todas partes propios al Gobernador de Cuma- ná, que lo era D. Francisco Ventura de Palacio Rada. Llega- ron estos mensajeros, enviados por los religiosos, el 30 del mis- mo mes, y el Gobernador, al saber que los franceses y Cari- bes intentaban destruir la villa de San Carlos y las Misiones de San Juan y El Pilar, dispuso mandar socorro de gente a San Carlos de las ciudades de Cumaná, Nueva Barcelona y Cumanacoa; pues sólo había en S. Carlos 25 hombres armados. Y temiendo que llegase el enemigo antes que el socorro, reti- raron de las tres poblaciones el 7 de noviembre los ganados, poniéndolos a salvo; el 9 llegaron cuarenta hombres de Bar- celona y el 11 veinticinco de Cumaná: y apenas llegaron es- tos últimos a San Carlos, aparecieron los enemigos a la vista. Se pusieron los nuestros en orden para recibir al eneini- go, esperando que llegara a acometer; pero al ver que no se acercaban, enviaron exploradores a reconocerlos, los cuales regresaron diciendo que el enemigo se retiraba en dirección a El Pilar, ejecutándolo con tal silencio que llegó cerca sin ser visto ni oído, y si no hubiera disparado algunos arcabuces que despertaron a la población, sin duda hubieran cogido a los Misioneros y a los indios, quitándoles a todos la vida. Dió- se orden para que toda la gente se retirase, y a toda prisa se metieron en el monte, dejando paso libre al enemigo por ha- llarse sin fuerzas para resistirle. Como al entrar los france- ses y Caribes en la población, la encontraron totalmente va- cía, descargaron su furia poniendo fuego a la iglesia y casas, sin perdonar una sola. Los Misioneros y sus indios pasaron varios días en la cam- paña, con el desconsuelo que se puede imaginar, al ver su pueblo destruido, pues no tenían qué comer, ni dónde alber- garse para librarse de los rigores del sol y de las lluvias. Con- solados por los religiosos, soportaron los indios con bastante resignación y paciencia los trabajos consiguientes a la ruina de su pueblo; lo que les hubiera sido insufrible (según decían y

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