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MISION DE CUMANA.—CAPITULO IV 67 de su obediencia a entablar estas santas Misiones, ha sido el que ha visto y experimentado; pues en cuanto le ha sido posible a esta Ciu- dad, nunca ha faltado a lo necesario, así para abrir caminos, como pa- ra socorrer de gente en los tiempos de los Señores Gobernadores pa- sados, según Vuestra Reverendísima tiene experimentado. El que al presente lo es (si bien no ha más de veinte y cuatro días que nos go- bierna) ha mostrado particular afecto, y desea tengan todo adelanta- miento, como se manifiesta en el envio (le los treinta hombres, que es- tán ya allá, y en otras demostraciones católicas enderezadas a este buen fin. En cuya consideración, habiendo entendido esta vecindad, tan amada y estimada de Vuestra Reverendisinid, trata del retiro de dichas santas Misiones, queda con notable desconsuelo y no poca pe- na de que llegue a la ejecución. Y así le suplicamos que por un solo Dios, y por quien Vuestra Reverendísima es, nos haga el favor (le de- tenerlas por ahora, conservándolas lo mejor que pudiere; pues segu- ramente desea nuestro Gobernador emplear su persona y todas las fuerzas que pudiere de su gobierno y de los circunvecinos en pacifi- car y castigar esos indios rebeldes. Además, que cuando Vuestra Re- vrendisima tiene cogido el fruto, que todos sabemos, será lástima le falte su fenecimiento en tiempo de este caballero que tanto lo de- sea. Por tanto, nos prometemos de Vuestra Reverendísima tendrá ca- bimiento nuestro ruego en su noble pecho; y ns yendo como va, li- bre de todo afecto. Dios guarde a Vuestra Reverendísima, etc". Con esta súplica del Cabildo y Ciudad de Cumaná y el es- fuerzo que puso el nuevo Gobernador, suspendieron los Mi- sioneros la resolución que tenían de retirarse a otra parte con los indios de la población de San Francisco. El Gobernador aludido era don Sancho Fernández Angulo de Sandoval, cuyo Gobierno comenzó el año 1670; el cual, para ayudar a los re- ligiosos, les mandó treinta hombres armados, que, unidos a ochenta indios fieles de las Misiones, entraron por tierra de los rebeldes para castigar a algunos y poner miedo a los demás; pero, por más diligencias que hicieron, no encontraron a nin- guno, pues se escondieron los enemigos y desde sus guaridas hirieron a cuatro de los nuestros. Con este fracaso, luego que se retiraron los españoles, cu- yas bocas de fuego temen mucho los indios, se volvieron a juntar los rebeldes para proseguir de nuevo las hostilidades. Dióse noticia al Gobernador, y para poner freno a la auda- cia de los indios, salió él mismo a campaña con alguna gente

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