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66 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA blaciones de El - Pilar y San Juan, por donde, aunque con al- gún rodeo, se podía pasar con seguridad a Los Llanos, sin tro- pezar con los rebeldes. Entre tantas hostilidades se mantuvieron las poblaciones con relativa tranquilidad, prosperando algo las Misiones; so- licitaron entonces los religiosos la paz entre los rebeldes y los españoles, no logrando nada por no tener los indios cabeza ni gobierno a quien obedecer; los menos culpables aceptaron las disposiciones de los Misioneros, sabiendo por experiencia que harían por ellos todo lo que pudieran para su bienestar; pero los demás, especialmente los de Aragua, Cuntere, Guara- piche y muchos Caribes que se hallaron en todos los lances re- feridos, no aceptaron las paces. Con todo, no quisieron tam- poco declararse totalmente enemigos por gozar del comercio con los españoles, esperando coyuntura favorable para hacer un estrago más completo. 6. Conseguida esta media tregua, se fué pasando algún tiempo de esta suerte, pero sin fiarse los indios de los españo- les, ni éstos de las traiciones y astucias de los indios. Todos procuraban vivir sobre aviso, esperando el rompimiento. Sólo en la población de San Francisco se continuaron las hos- tilidades, en donde los rebeldes hacían daños continuos, ro- bando los caballos, destrozando las labranzas y quemando lo que no podían llevar. Abrasaron algunas casas y se llevaron un hato de vacas que tenían los indios para sus necesidades, impidiéndoles cultivar sus labranzas y hacer sus cosechas; por lo cual determinaron los Misioneros trasladarse con sus in- dios fieles a lugar más seguro, donde pudieran vivir tran- quilos y sin sobresaltos. Tuvo noticia de esta resolución la ciudad de Cumaná, afectísima siempre a los Misioneros Capu- chinos, y reconociendo el daño grande que se seguiría a la provincia, si los Misioneros abandonaban aquel lugar, escri- bió al R. P. Agustín de Frías la siguiente carta (1) "M. R. P. Prefecto. El fervoroso cariño, que este Cabildo y Ciu- dad con las demás repúblicas que aquí nos acompañan, ha tenido y tiene a V. Reverendísima desde que vino de España con los religiosos (1) Relación cit., pág. 99; Anguiano, Crónica cit., pág. 126.

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