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64 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA menzaron a excitarse los 'indios, participándose unos a otros las noticias, exageradas muchas veces, de los malos trata- mientos que les hacían los blancos, los cuales les quitaban las hamacas, el algodón y las pocas alhajas que usaban los indios, y los molestaban de mil maneras con grande sentimiento de los Misioneros. Se procuró el remedio de estos males por todos los me- dios posibles, pero como eran los autores gnte perdida y mal- vada, no podían los Gobernadores dar con ellos; y entretanto se fueron enconando de tal modo los ánimos de los indios que resolvieron sacudir el yugo, y muchos de ellos tomaron las ar- mas contra los españoles, y puesta la gente en orden publica- ron la guerra, comenzando a destruir cuanto pudieron. La primera señal del rompimiento de la paz tuvo lugar cerca del río Guarapiehe. En el sitio llamado Aragua había un hato de vacas (1); mataron las que pudieron y robaron las demás; luego acometieron a los vaqueros; algunos huye- ron, a otros les quitaron la vida, resultando once de ellos muer- tos. No satisfechos con este destrozo y pareciéndoles que el comercio pasado con los españoles les había venido por me- dio de los religiosos, y quitados éstos de por medio, cesaría de todo punto, se empeñaron en destruir las poblaciones, valién- dose para ello de cuantos medios hallaron a la mano. Comen- zaron los alzados a reunir gente, y para arrastrar a su parcia- lidad a los que vivían quietos en los pueblos, les incitaron va- rias veces a que dejasen a los Padres y se fueran con ellos a los montes; y como la mayor parte perseveraran constantes en las poblaciones por el amor que tenían a los Misioneros, vien- do aquéllos que no podían lograr su intento, pasaron de los ruegos a las amenazas y aun a la calumnia, diciéndoles que los Misioneros se proponían venderlos por esclavos a ellos, a sus mujeres y a sus hijos, para que los blancos se vengaran; y, en fin, que si no los seguían al monte los habían de matar y po- ner fuego a sus casas. Con estas persuasiones perversas se fueron alterando los ánimos de los indios fieles, con menosca- bo de la población y el atraso consiguiente en las reducciones. (1). Propiedad de D. Francisco Blanco, según Caulín, 1. c., p. 299.

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