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MISION DE CUMANA.—CAPITULO III 59 mado Macareyna, con mucho número de gente de su séquito, llegó en ocasión que yo me hallaba en compañía del Maestre de Campo de la Provincia de Nueva Barcelona, llamado Juan Correa, y después de ha- bernos visto, preguntó ci bárbaro al Maestre de Campo quién era yo. Y apenas oyó (estando sentado) la respuesta de que era Capuchino, cuando se levantó de su asiento a toda prisa, y muy alegre y gozoso se vino a mí, diciendo en voz alta: Capuchino, Capuchino; y besando el hábito, hizo llegar a todos los de su comitiva a hacer la misma función. Y concluyendo este punto acerca del amor que ha puesto Nuestro Señor en aquellos bárbaros para con nuestros religiosos, digo que. cuando alguno de nosotros sale de alguna de aquellas poblaciones pa- ra hacer viaje forzoso, en sabiendo los indios se congregan todos, y temerosos (le que sea para siempre la ida del religioso, le dicen con gran ternura y cariño: Mira, Padre, que te suplicamos te vuelvas pres- to; mira que eres nuestro Padre, y, como tal, te amarnos y queremos. Y junto con esta expresión de afecto le ofrecen lo necesario para el ca- mino; y cuando vuelve a la población el religioso, al divisarle desde lejos, dicen muy alegres a voces: Mirad, mirad, que ya viene el Padre. Y en llegando acuden ellos muy festivos y alegres a darle la bienvenida, y tras (le ellos sus mujeres y niños, y todos gozosos se hacen varios agasajos. Bendito sea Dios por tantas misericordias."

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