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58 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA decía generalmente hambre en aquellas tierras, ocasionada de una pla- ga inmensa de langostas que habían talado y consumido los frutos. En otra ocasión, estando enfermo este mismo indio, fui a verle con recelo de que se moría, y preguntándole cómo se hallaba de su enfermedad, me respondió: Mi mal, Padre mío, en esta ocasión no es de muerte, porque ¿cómo ha de quitarme Dios la vida en tiempo que vuestras pa- ternidades tienen necesidad de mi persona, como hoy la tienen, para que les busque y traiga de comer? Bien se conoció que estas palabras salían del afecto íntimo de su corazón, porque era tanto el amor que nos tenía que, con ser ya muy viejo y los de su Nación naturalmente malos trabajadores, cubierto su cuerpo trabajaba de sol a sol todos los días, cultivando la tierra Para el sustento de los religiosos de la Misión. Aun los indios Caribes, así de las islas de Barlovento como los de Tierra Firme (que están habituados a sustentarse (le carne humana) manifestaron singular amor a nuestros religiosos, y en particular, lue- go que nos vinieron los Isleños, nos quisieron llevar para su enseñanza. Y para que nos asegurásemos de que no nos quitarían la vida, ni mo- lestarían nuestras personas, ofrecieron dejar en rehenes algunos de sus hijos en poder del Gobernador de Cumaná, para que en ellos se pudie- se vengar cualquier agravio que se nos hiciese, y sobre esta pretensión vinieron varias veces de sus islrs, cosa que no pudieron conseguir (no con poco desconsuelo nuestro 'por estar toda la Misión destinada úni- camente para los infieles de Tierra Firme, cuyos Caribes comproba- ron también su afecto con haber dado, a persuasión nuestra, la obe- diencia a su Majestad, y asentado paz y amistad con los Españoles, dejándolos desde entonces pasar por sus tierras que llaman Amana, y sacar de ellas el ganado vacuno y corambre que buscan en ellas. Pero en lo que hizo singular reparo fué en que un Cacique prin- cipal y el más celebrado entre los Caribes, llamado Atirama, más fiero que las fieras y tan enemigo del género humano que ordinariamente tenia carnicería de hombres para sustento de su persona y de las de su familia, a la Primera visita que dió a nuestros religiosos se mostró tan humano, que fué a buscar algún sustento con que regalarlos, y él mis- mo vino cargado de diferentes frutas y viandas, y postrándose con e- Has a los pies de uno de nuestros religiosos, le presentó aquel regalo con grande humildad, besándole la mano y diciendo: Padre santo, Pa- dre santo. Cosa que muchos de los presentes, que le conocían, no a- cababan de creer, aunque estaban viendo el suceso. Y valiéndonos de la ocasión, se tomó una fundación entre esta gente, de los cuales hay ya muchos cristianos y algunos de cierto en el cielo, pues murieron siendo párvulos y sin malicia alguna, después de haber recibido el San- to Bautismo. Hasta los bárbaros distantes de nosotros que jamás habían oído la palabra de Dios, tienen algunos de ellos tal afecto al nombre de Ca- puchino que, habiendo salido de su tierra un Cacique de los tales, ha-

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